Émile-Valentin
Berthélemy (1855-1928) Después del café
(1893)
Au creux de la maison, lieu du privé, la chambre constitue, dans la culture
occidentale, le cœur battant de l’intime.
Michelle
Perrot
Del
silencio habitado de las residencias cabrá decir, en principio, que no se trata
de una mera ausencia de sonido.
Las
casas bien habitadas respiran quedas: domina en estas un fondo de murmullos
casi insignificante. El silencio habitado es, entonces un aliento sosegado.
La
pura ausencia de sonido es, en todo caso, un signo de muerte o una amenaza. La
vida —otro nombre posible para la casa— nos ampara en un casi-no-sonido en
donde todo fluye sereno. Este fluir, entonces, es lo que susurra y lo que
reverbera en la casa
Así
es que podemos oír la casa. Oír la
casa es percibir cómo se mitiga todo el alboroto de fuera y así puede sentirse,
acaso, la reverberación de nuestros propios latidos en el fondo de nuestras
estancias.
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