Los bienolientes

La dimensión osmotópica en el teatro



Jean-Louis Forain (1852- 1931) Un baile en la Ópera (1880)

En nuestra civilización se ha confinado el sentido del olfato en la región primitiva de nuestras percepciones
Este carácter primitivo tiene diversos aspectos Uno es su relativa sencilla articulación. En general, parece que los sujetos tienen una zona de confort en la zona de la anosmia relativa. Lo mejor, quizá, es que no se huela a nada. Por otra parte, existen dos muy precisos umbrales con valores radicalmente opuestos. El “mal olor” deviene en rechazo y asqueo, mientras que el “buen aroma” suele ser, en todo caso, nunca muy intenso. Otro aspecto es la pobre significación denotativa. Parece que todo percepto olfativo no es más que una elemental distinción entre agradable/neutro/desagradable. Un cuarto aspecto es lo embarazoso de las connotaciones. Una interacción con un mal olor suscita rechazos que no pocas veces son indisimulables. Lo que uno ve u oye admite una secuencia extendida de matices de valoración, mientras que lo que se huele sólo admite contundentes oposiciones.

A causa de todo ello, en los teatros parece que la dimensión osmotópica se ve especialmente agradecida por la concurrencia. A esto contribuye el carácter de celebración mundana, el regular disciplinamiento de los asistentes y a la sabiduría ancestral de nuestras mujeres.

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