Vilmos
Aba-Novák (1894- 1941) Taberna 1920)
Hay
ocasiones en que la arquitectura que se desarrolla en un lugar parece cultivada
desde su propio germen.
Esto
supone, en primer término, que el lugar ha resultado especialmente fértil, esto
es, adecuado, pertinente, oportuno. En segundo lugar, los habitantes han sido
recibidos en ese solar de buen modo y han ocupado sus plazas con los modales
apropiados. Por último, supone un proyecto desplegado sobre la piel del
territorio, antes que sobre un folio en blanco o una pantalla vacía.
A
estos supuestos le sigue una tecnología que antes de eficiente se revela apropiada. Esto es, propia del ambiente
en donde se desarrolla, propia de la gente que la habita y propia de la
circunstancia histórica: una delgada membrana entre un largo pasado y un futuro
apenas entrevisto.
El
cultivo se corona con una amplia y compleja implementación. No se trata de un
mero uso, sino propiamente de un cultivo
productivo de las potencialidades del lugar en el moroso habitar. Es preciso
cultivar hábitos y memoria, recuerdos y olvidos: se trata de arquitecturas
implementadas también como relojes-calendario habitados, como advierte Peter
Sloterdijk.
Hay
ocasiones en que la arquitectura parece necesaria, inevitable.
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