Martinus Rørbye
(1803- 1848) Una logia en Procida
(1835)
El Decoro es un correcto ornato
de la obra., hecho de cosas aprobadas con autoridad
Vitruvio
I. II, 18
La
idea del decoro se ha desdibujado tanto como la idea conexa de ornato.
En
efecto, se tiene, por lo general al ornato como un adorno contingente y
agregado con fines de embellecimiento facticio. Si esto fuese siempre así, en el texto vitruviano
resultaría algo incongruente el adjetivo correcto,
si uno entiende este término en el sentido de debido u obligado.
Puede
entenderse el ornato como la terminación o acabado final de la forma que
resulta correcta, debida u obligada en consonancia con el contenido del que es
portadora. En otras palabras, el ornato no es facultativo, sino es resultado de
una correcta expresión condigna de la
producción arquitectónica.
Así,
la forma debe recibir un correcto acabado para resultar un adecuado significante
emergente de la condición digna de la obra. No es un gesto sobre elaborado,
sino es la determinación final de la forma lo que cuenta.
En
este sentido, los lugares habitados deben resultar decorosos en toda ocasión
donde sea imperativo expresar arquitectónicamente la dignidad de la obra y de
la condición de sus habitantes.
Desde
este punto de vista ¿acaso alguien puede suprimir el ornato necesario allí
donde no apremie la consideración de dignidad? Puede que mucho ornamento sea
suprimible, pero no sucede lo mismo con el ornato.
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