Un lugar soñado en donde valga la pena el despertar

Telemaco Signorini (1835- 1901) Vista del paisaje de Riomaggiore (1894)

El lugar que merecemos habitar es un lugar soñado en donde valga la pena el despertar.
En primer término hay que precisar por qué se habla aquí de un lugar soñado. No nos merecemos un lugar al que sólo accedemos a título de advenedizos. Por ello, damos con un lugar que hemos entrevisto; llegamos a un lugar que antes hemos previsto, no en sus detalles de emplazamiento, sino en su carácter de proyecto. El sueño del lugar es aquella construcción previa y necesaria que nos permite reconocer el sitio recién cuando llegamos a su revelación efectiva.
Un lugar soñado es, en definitiva, una prefiguración que se verifica en la ocupación del lugar. Esta prefiguración es necesaria para que podamos llevar a cabo la operación compleja, pero crucial, de transformar un sitio físico en un lugar abierto a la experiencia vital de habitarlo.
En todo caso debe ser un lugar en donde valga la pena el despertar, porque no se trata de una fantasmagoría del deseo, ni de una utopía, sino de un lugar efectivamente alcanzado. No basta soñar el lugar: es preciso despertar y comprobar fehacientemente su carácter conforme.

Nos merecemos lugares así

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