(La
beauté)
…
Et jamais je ne pleure et
jamais je ne ris.
Charles
Baudelaire
Los
griegos nos han enseñado el valor de belleza en los semblantes serenos.
Este
valor estético ha sido trasladado de las personas a la arquitectura y de allí
es que la verdadera hermosura arquitectónica se aprecia con una calma que se
distancia tanto de la irritación iracunda como de la hilaridad. La arquitectura
lograda es la que adopta una justa medida y sus fruidores rehúyen toda
desmesura, toda pasión desatada.
No se
trata de reprimir las emociones, sino de temperarlas.
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