Johann Sperl
(1840–1914) Muchacha en el jardín
(1885)
El que nos encontremos tan a
gusto en plena naturaleza proviene de que ésta no tiene opinión sobre nosotros.
Nietzsche,
1878
Desde
una perspectiva algo ingenua, un parque resulta de la reserva de Naturaleza que
guarda, de modo conveniente, nuestro hábitat.
No
obstante, es preciso observar que el proceso que va de la conformación plena de
la selva o el bosque naturales a un parque habitado resulta de una articulación
distintiva clara y nítida.
En
efecto, una selva o bosque constituyen extensiones indeterminadas, por
definición incultas, que a veces adquieren contenido sagrado y donde las emociones
básicas son el miedo, la acechanza de amenazas reales y simbólicas y una suerte
de ajenidad. Por su parte, un parque constituye una extensión definida signada
por el cultivo más o menos regular y el arreglo estético más o menos claramente
denotado. Un parque es territorio de los mortales que lo cuidan y disfrutan y
en donde la emoción dominante es una calma especial, sosiego que proviene de la
apropiación efectiva y simbólica de un vergel.
Es en
los lindes del parque donde hemos señalado con precisión cómo confrontan
naturaleza y cultura.
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