Hans Temple
(1857- 1931) En la oficina (1919)
Volvió el noble trabajo
aleluya
qué peste
faltan para el domingo
como siete semanas.
Mario
Benedetti, Poemas de la oficina, 1956
Una
vez que el manejo de la información se volvió crítico tanto desde el punto de
vista político, administrativo o comercial, se dio lugar a la más omnipresente
forma de trabajo: la oficina.
Se
trata siempre de una ocupación sedentaria, que exige concentrarse sobre una
superficie de trabajo y que se aplica a gestionar flujos ingentes de
información en donde el formalismo ritualista desplaza en importancia a la
propia realidad referente. Para un oficinista, un hecho existe si y sólo sí
existe un registro formal de tal y éste se vuelve sustancialmente prioritario
aún frente a la constitución efectiva del propio hecho.
Así,
una oficina se vuelve un modo de sentir y haberse con el mundo, más que un
simple marco de trabajo. Así, espacio y tiempo son rellenados con flujos de
tareas repetitivas que fácilmente se ven desprovistas de sentido para los
sujetos. Así, las oficinas se vuelven paisajes paradójicos en donde el suelo,
el horizonte y el cielo dejan de tener entidad efectiva para diluirse en
ámbitos de ambientes artificialmente acondicionados en donde el tiempo discurre
ajeno.
El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
Mario
Benedetti, íbidem.
Todo
bastante mezquino, pero todo parece indicar que cada vez más personas tendrán
unas oficinas como modo de trabajar, de sentir y de vivir.
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