Mario Giacomelli
(1925-2000)
No
puede pensarse que la vida buena es un estado fijado a priori e invariable de
condiciones objetivas y subjetivas, sino que conforma en todo caso un horizonte
hacia donde se proyecta la propia condición humana del modo más directo y
auténtico.
Como
proyección, no se conforma con ser una pura efusión de deseos o de buena
voluntad, sino que implica un compromiso político con el aseguramiento de las
condiciones que consigan aproximarse en forma progresiva hacia este horizonte.
Tampoco es una utopía en sí misma, sino un impulso hacia el necesario proceso
de cambio que conduce los esfuerzos sociales. Como movimiento social y
político, en definitiva, es una estrategia ética para su consecución, la que
sólo se conseguirá, antes y después, en el desplazamiento autodirigido.
Navegar
hacia la buena vida es necesario, a los efectos de que la vida efectivamente
vivida sea, sólo de este modo, una buena vida.
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