Dimensiones de la buena vida (IX)


Kristian Leven

La buena vida se abisma hacia su interior.
Este abismo es el que está efectivamente poblado por la persona, construido morosamente y configurado plenamente a su sentido del gusto. Es de esperar que tal abismo contenga cosas valiosas, por cierto, pero también es imperioso que haya amplitudes interiores tales que permitan la reverberación de estas cosas, poblando el interior de voces y, sobre todo, de ecos. Por esto es que una buena vida debe tener una adecuada, digna y decorosa profundidad interior, poblada de vivencias, pletórica de memorias, hirviente de imaginaciones y deseos. Y además debe disponer de una holgura vacante para que cada constituyente vital se conmueva a sus anchas allí.

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