Consumaciones (XVII)


Beatrice Helg

Aún en lo más hondo del lugar de la habitación interior de cada sujeto, se abre la profundidad de la memoria.
Por cierto, se trata de una habitación con dos conductas aparentemente opuestas, aunque en el fondo, complementarias. Una se aplica a conservar, a acopiar, a acumular, mientras que la otra se dedica a dejar de lado, quizá a desechar o quizá a encomendar sus cosas a un sitio aún más recóndito. El lugar de la memoria es aquel que conservamos en nuestro interior y al que nos replegamos tanto en el sueño como en ocasiones de desvelos. El lugar de la memoria es aquel que nos sigue de muy cerca y el que nos puebla apenas nos distraemos un tanto de la alucinada vigilia cotidiana.
Según nos va alcanzando la vida con la edad avanzada, la habitación de la memoria más se nos aproxima y, en no pocas ocasiones, superpone sus imágenes con las que todavía tenemos, a duras penas, como presentes.

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