Dimensiones de la buena vida (XVI)


René Groebli (1927)

Vivir es someter a la piel a un constante manar de calor.
Según la tasa de emisión, el cuerpo se contrae o relaja con una cuota relativa de confort. La física de este asunto puede ser sumaria, pero la vivencia es entrañable. La buena vida se desarrolla en unas alternancias no muy distantes unas de las otras. De todos modos, no es quizá deseable perdurar en un estado constante, sino respetar ciertos ritmos, tanto diarios como estacionales. La buena vida, en su dimensión térmica, no es mero asunto de aire acondicionado, ni de reclusión en celdas de estados invariables.
Es asunto de una frescura vivaz del ambiente, en donde los cuerpos tributen su propia calidez en una magnitud conforme.

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