Alex Majoli
(1971)
No habrá nunca una puerta. Estás
adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto
centro.
Jorge
Luis Borges
¿De
dónde nos viene el impulso irresistible a adentrarnos en el laberinto?
Es que,
como bien dice el poeta, en el laberinto no habrá nunca una puerta. Nosotros somos la puerta. Es que al
laberinto exterior de la vigilia le corresponde el interior del sueño. Y
nosotros habitamos el umbral, oteando alternativamente a uno y otro lado, sin
pertenecer a otro territorio que al mismo límite fijado azarosamente por el
emplazamiento circunstancial al que nos hayan llevado los pies.
¿Es
nuestra habitación interior nuestra zona de reserva? ¿Lo es, en cambio, la
ínfima porción de laberinto mundano en que nos permitimos entrometer? Difícil
saberlo. Puede sospecharse que ambas regiones son mutuas y recíprocas zonas de
reserva y que sólo la plena propiedad de una hondura interior puede volver
factible la ardua tarea de perforar el mundo desde nuestra empecinada
existencia. Si no es que es al revés y que toda vida larga de prospecciones
apenas si resulta en las resonancias recónditas de la estancia íntima.
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