Emma Phillips
(1990)
El
adentramiento del cuerpo en los interiores implica una labor vermiforme.
Adentrarse
no se cumple de modo cabal si no es con una prospección del cuerpo que irrumpe
en una dimensión sutil y densa a la vez. Es necesario recordar que el cuerpo se
hace lugar mediante una proyección variable y circunspecta de sí mismo en el
lugar. Alcanzar a sentar sus reales en un interior no es ocupar un sitio
vacante, sino una operación corporal y existencial compleja y delicada. Tal
operación explora el lugar con la propia piel, hasta conseguir la deseada y
posible hospitalidad del hueco. Es por ello que la presencia y población de los
interiores es más densa en significado que en los paisajes abiertos. Es por
ello que la irradiación del cuerpo adentrado puede llegar a dominar por
completo su ámbito, mediante una contundente perturbación habitable. Es por
ello que la habitación de las oquedades pasa por ser el caso paradigmático del
propio habitar.

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