Bipedestación, horizontes, estancias y umbrales


Noell Oszvald (1991)

La conquista de la postura erguida implica una importante operación sobre el lugar
En primer lugar, supone la habitación plena y cabal del horizonte, de la región de articulación entre el cielo y la tierra, entre las nubes inalcanzables y el suelo que hollamos erguidos. El horizonte queda marcado y sobresignificado como tal, como lugar poblado. Según ocupemos una eminencia, así moralizaremos nuestra situación en el mundo; rendidos en el llano, pletóricos de poder simbólico en el altozano. Si sucediera límpido y recto, el horizonte ampliará nuestra comarca, mientras que un alto relieve orográfico nos acogerá en nuestro protector terruño.
Otro caso es la impronta existencial de una estancia fundamental en un aquí que se sobresignifica en el peso de todo el cuerpo sobre los pies. La gravedad nos pone en nuestro lugar y del precario equilibrio sobre nuestras plantas hacemos virtud digna y cardinal.
Por fin, la actitud enhiesta nos marca a nosotros mismos en nuestra condición liminar; acontecemos, de un modo primigenio, como un umbral erguido entre lo que vendrá y lo que ya declina. El peso de esta condición nos inclina la cabeza de modo caviloso.

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