Kati Horna
(1912-2000)
Hay una
arquitectura ajada por la vida que allí tiene lugar.
Hay una
arquitectura laxa, que conserva la tibieza de los cuerpos, las fragancias del
deseo, los ecos de la pasión, que se estremece con la agitación anhelante. Hay
una arquitectura honda de existencia, carácter patente de sí misma, gloria de
su condición humana respirada. Hay una arquitectura tenue como las brisas que
disipan las atmósferas cargadas en las alcobas, como el agua que refresca las
abluciones rituales, como la llama que enardece a los amantes. Hay, en suma,
una arquitectura del lugar. Hay, en suma, una arquitectura que es la escritura
de la habitación del mundo.

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