Véase:
http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2018/09/la-ciudad-como-mito.html
"Sólo por la filosofía puede experimentar la inteligencia cómo sus pasiones llegan a conceptos". Peter Sloterdijk, 1998
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Galerías a tempo andante
Petar
Milošević (s/d) Galería Uffizi en
Florencia (2014)
La
arquitectura rinde honores a la marcha y a la profundidad perspectiva con la
elaboración de galerías.
Puestos
a andar hacia el foco, los elementos de la galería se disponen en amparo del
desplazamiento distendido y noble. El tratamiento de las salientes verticales y
horizontales, la cadencia de vanos, el despiezo del pavimento se confabulan
para proponer un ritmo a la marcha. Por su parte, el juego de las proporciones
propicia tanto el itinerario como el tempo ajustado del desplazamiento.
La
galería propone hacer de una actividad fundamental del sujeto una ceremonia,
tan noble como sencilla. La riqueza del equipamiento y ornato de una galería
está en función a la cadencia de detenciones que suscita.
Así
se comprende que habitar, en cierto sentido, es asunto de marchar y detenerse.
Ciudades proyectadas y ciudades diseñadas
Carlos Menck
Freire (1928- ) Vista de Montevideo en
1810
Montevideo,
como tantas otras ciudades resulta, en lo fundamental, de un proyecto. No resulta, sin embargo de un diseño arquitectónico-urbanístico. La
distinción entre proyecto y diseño es importante aquí en vistas a la realidad
histórica urbana.
Hay
un proyecto cuando existen unas claras, pero incompletas configuraciones
lanzadas a un futuro, en los términos en que este puede entreverse. La forma
resultante no está claramente determinada más que en ciertos rasgos que sólo
delinean un esbozo provisorio y revisable de lo que será.
En
cambio, hay un diseño cuando las configuraciones son precisas, exhaustivas,
completas. La forma resultante está muy clara y especificadamente determinada
de una vez y acaso para siempre. Una forma urbana diseñada no se corrige, se
demuele y se la sustituye. Hemos tenido Ciudadela muy precisamente diseñada. En
la supresión y el olvido republicano independentista se funda la actual Plaza
Independencia.
Por
fortuna, Montevideo es una ciudad meramente proyectada y sólo le alcanza, en
las mejores ocasiones, muy puntuales y modestas instancias de diseño urbano.
Nada irreparable, por suerte.
Alegrías fundamentales
Sydney Harpley
(1927-1992) Chica en columpio (1984)
A los
niños parece complacerles mucho el balanceo, el juego que pone al cuerpo en movimiento
desafiando al sentido del equilibrio.
Cuando
uno observa a un infante disfrutando intensamente de un mecanismo tan simple,
puede ocurrírsele la peregrina idea: o bien, recuperar las alegrías
fundamentales de la infancia, como tales, o bien, descubrir cómo los adultos
podrían asimismo disfrutar de cosas tan sencillas sin incurrir, necesariamente,
en puerilidad.
Plumas ajenas: Gloria Franco Rubio
La domesticidad es una invención, es decir, una
construcción cultural; un concepto abstracto que hace referencia a la forma de
concebir el hogar y el espacio circunscrito a él de manera que la ocupación
física, psicológica y simbólica de la vivienda adquiere unos rasgos
determinados, llegando a generar un estilo y una forma determinada de vida; en
este sentido, presupone la intencionalidad y la voluntad de crear en el interior
de los hogares un clima considerado ideal por los propios moradores; un marco para
la convivencia y cohabitación que, al basarse en ciertas reglas que facilitan
la satisfacción de las necesidades fisiológicas y emocionales, puede asegurar
el orden y la estabilidad internas, siendo percibido por sus residentes como
radicalmente distinto al espacio exterior, en tanto que desordenado e
inestable. Algunos autores como Edward Shorter hacen una interpretación más
restrictiva de la domesticidad; para el historiador de la familia inglés la
domesticidad está ligada a la familia moderna, la familia nuclear, y es
definida como «la conciencia que tiene la familia de sí misma como una preciosa
unidad emocional que debe ser protegida de los extraños con privacidad y
aislamiento
Franco
Rubio, 2012
Allí en las honduras del interior
Jan Hendrik
Weissenbruch (1824- 1903)
La casa Weissenbruch en La Haya (1888)
Luego
de un moroso adentrarse podemos adueñarnos de las honduras del interior.
Podemos
experimentar las emociones propias de las honduras de lo íntimo. Lo primordial
es el abismarse en una profundidad que no se vence con la marcha, sino con un
acomodamiento más sutil del cuerpo en la cavidad del lugar. Acceder a la profundidad
interior de un lugar es resultado de una habituación, en donde el cuerpo ha
conseguido excavar para tener lugar allí. Según Heidegger, la vivencia efectiva
del espacio nace del desbrozar el bosque, de aviar el espacio. En este caso no se trata de desbrozar, sino de
inmiscuirse, de vencer una muy tenue pero siempre presente resistencia a la
intromisión. El interior, amablemente vencido, nos recibe de buen grado en
tanto conforta con su amparo, contiene con su refugio, recibe con su envoltura.
En correspondencia
con ese recibimiento, el cuerpo tiene el consuelo de volverse pleno, contenido
y amparado.
Abluciones, lavados, eliminaciones
Standard
Sanitary Manufacturing Company Muestra comercial (1912)
La
denominada sala de baño es un ámbito de inserción tardía en el interior de la
casa. Concurren varios procesos históricos en esta irrupción.
Por
una parte, se ha desarrollado una ardua ingeniería que toma el agua del
ambiente, la vuelve potable, la distribuye en la ciudad, se inmiscuye en las
entrañas de la casa y es devuelta al ambiente como agua altamente contaminada.
Un ciclo antrópico domesticador del agua ha sido costosamente desarrollado, no
sin pérdidas.
Por
otra parte, el antiguo rito purificador de la ablución y la inmersión ha cedido
lugar a la yuxtaposición de usos cotidianos que sólo tienen en común el uso
intensivo de agua limpia: abluciones, lavados, eliminaciones. A lo excepcional
de la purificación episódica le sucede la banalización cotidiana. Así, profanamos
el agua depurada con todo tipo de sevicias, arrojando lejos asquerosidades
malolientes y malsanas.
También
concurre una renovada preocupación por la intimidad, el aseo y el arreglo
personal. En lo hondo de la sala de baño aguarda siempre un espejo implacable.
Las
antiguas maravillas del agua límpida y surgente se sustituyen ahora por la
infamante domesticación de ésta en ocultas cañerías: ahora los falsos ídolos
del fariseísmo contemporáneo son los aparatos de grifería y los sanitarios.
El
agua, por su parte, suele vengarse de esta injusticia en forma de humedad por
pérdidas.
Los lugares trabajados
Lewis Hine (1874-
1940) Trabajo de un mecánico en una bomba
de vapor (1920)
El espacio en el que se reparte
cooperativamente el peso de las tareas lo llamamos el ergotopo: sus habitantes,
los ergotopianos, están unidos en comunidades de esfuerzo.
Sloterdijk,
2004
La moral capitalista, mezquina parodia
de la moral cristiana, castiga con un solemne anatema la carne del trabajador;
su ideal consiste en reducir al mínimo las necesidades del productor, en
suprimir sus goces y sus pasiones, y en condenarle al papel de máquina
redentora del trabajo sin tregua ni misericordia.
Paul
Lafargue, 1880
Una
economía constituye una intensa trama de tareas dominadas por el afán de
incrementar globalmente el producto económico social. Este afán hegemoniza el
orden ergotópico de los lugares habitados. Una gran parte del orden impuesto a
nuestras ciudades obedece puntualmente a las solicitaciones de la organización
social del trabajo y del intercambio generalizado de su producto.
Casi
se nos va la vida en un esfuerzo colectivo en donde enajenamos algo
constitucional de nuestra condición humana, en favor de un orden inhumano de
incremento de una riqueza cada vez peor distribuida.
El
humorista argentino Oski (Oscar Conti ,
1914- 1979) afirmó en cierta ocasión: el
día que se avive el caballo, se acabó la equitación. ¿Qué haremos nosotros
con nuestros propios jinetes? ¿Y con las riendas?
Ser, estar, representar en el salón burgués
Franz Alt
(1821- 1914) Salón Biedermeier (19149
El
salón burgués opera como una fachada interior.
Parte
de lo que el edificio muestra hacia el espacio público se le replica en el
pliegue del salón. Orden, pulcritud, acumulación de bienes, tales los signos
principales del equipamiento y el atrezo.
Proveniente
su patrón arquitectónico del salón aristocrático, este salón conserva su
carácter de lugar social por excelencia. Ser, estar, representar, son los
contenidos de la semiótica arquitectónica del lugar.
Las
variantes se deben, en lo fundamental, a una cierta racionalización de los usos
del espacio y el tiempo, en donde la extensa y formal articulación de los
palacios aristocráticos cede a las constricciones de la lógica burguesa,
constreñida en una residencia más sumariamente arreglada. Pero hay detalles
significativos: mientras que un salón aristocrático se equipa con mobiliario
“noble” y “auténtico”, en el salón burgués domina aquello que ha emergido en el
mercado en términos de buena inversión,
duradera.
Es
digno de estudiarse el procedimiento que aunó las estrategias de comunicación
tanto en la arquitectura “dura” —el aspecto exterior, la fachada tectónica—,
así como en la arquitectura más laxa de los interiores.
Urbanitas comprometidos
Claude Monet
(1840- 1926) Boulevard des Capucines (1873)
El “comprometido” observa a la
ciudad con una mirada implicada. En algunos casos porque le atañe directamente
(puede ser la materia específica de su actividad, su objeto de trabajo) y, en
otros, porque la persona se siente integrada en un cuerpo urbano y quiere
ofrecer su aportación. El ciudadano comprometido adopta una actitud atenta, que
indaga en la realidad intentando profundizar en causas y en porqués, para poder
fundamentar sobre ellos su opinión e intervención. Por estas razones, recopila
información, la analiza, incluso se abstrae de la realidad para poder
diagnosticarla con mayor objetividad. Esta actitud puede descubrirse entre
responsables urbanos (políticos y gestores municipales); profesionales (con
criterios técnicos o artísticos, como en el caso de los arquitectos, o
meramente económicos como sucede con los inmobiliarios); también en
investigadores de lo urbano (sociólogos, historiadores o cronistas); miembros
de asociaciones (vecinales, por ejemplo); o en colectivos preocupados por su
entorno (tanto físico como social). Pero a pesar de su intención generalista,
su participación suele ser interesada y parcial, bien por focalizarse sobre su
“especialidad” o bien por cuestiones ideológicas.
Blasco
et al., 2016
Quizá
lo primero que un ciudadano comprometido debe hacer para adquirir a justo
título el calificativo de “comprometido” sea desconfiar metódicamente de los
tecnoburócratas.
La
profundidad del compromiso del urbanita se ve jalonada por su inmersión atenta
en la vivencia de la ciudad, por la identificación clara y distinta de sus
problemas, por la sistemática indagación por las causas socioeconómicas de
éstos y por la entrevisión de soluciones políticamente negociables en un marco
sociopolítico participativo. Se dice fácil.
Pero
el principal punto orientador de tal compromiso debería constituir la
convicción que tanto la ciudad como la condición de urbanita es cualquier cosa
menos una especialidad.
Honduras de los patios
Santiago
Rusiñol (1861- 1931) El patio azul
(s/f)
Una vez más comprendí hasta qué
punto la felicidad terrena está hecha a la medida del hombre. No es un ave rara
a la que debemos perseguir un momento en el cielo y al siguiente en nuestra
mente. La felicidad es un ave doméstica que se encuentra en el patio de nuestra
propia casa.
Nikos
Kazantzakis
Los
patios no tienen una hondura sino, al menos, tres.
La
primera es fácil de reconocer: así como se contornea el horizonte, la razón entre
su altura relativa y su amplitud permiten apreciar esta hondura.
Pero
también es preciso observar que el horizonte elevado, esto es, el contorno
superior (esto que los angloparlantes denominan skyline) también contornea el
cielo. Ocurre entonces que el cielo propio de cada patio tiene una hondura
procedente de tal recorte. Cuanto menor sea la extensión relativa del cielo, el
patio es más hondo hacia arriba del
horizonte elevado.
Por
otra parte, un patio tiene la condición paradójica de constituir un interior
descubierto. Como interior que es, tiene una profundidad histerotópica, una
hondura específica de su cavidad, una dimensión específica del adentramiento
que exige.
La
arquitectura de los patios, entonces, es una poética de honduras.
Valores en juego en el habitar (III)
Pablo
Lavaselli (s/d) Escuela rural en Misiones, Argentina
El
cierre superior de las esferas axiológicas implicadas por el habitar lo
constituye una esfera superior de síntesis que da cuenta de los valores plenos
de la condición humana.
Los
valores superiores propios del habitar suponen una reelaboración crítica de los
valores puestos de manifiesto en relación con las condiciones de vivienda:
adecuación, dignidad y decoro.
En lo
que refiere al habitar, que comprende, como referente una dimensión mucho más
general e integral que la vivienda, el valor de adecuación debería reformularse
en la expresión magnitud conforme. La
magnitud conforme de los lugares para habitar es el conjunto de condiciones
físicas que deben reunir para constituir lugares adecuados. Se entiende
magnitud conforme por considerar la magnitud que conviene a las personas dada
su constitución, diferenciándose de las determinaciones de estándares mínimos,
de carácter y origen tecnoburocrático.
Por
su parte, el valor de dignidad proviene de la propia condición humana. Puede
considerarse que ser humano es constituir una situación en los lugares ocupados
o poblados, con lo que los lugares son condignos con los sujetos que los
habitan.
El
tercer valor puesto en juego, es el del decoro, esto es, la adecuación de la
forma final y acondicionamiento pleno del lugar con que la dignidad del
habitante no sufra menoscabo, ni estigma, sino plena identificación.
Los
valores de magnitud conforme, dignidad y decoro rematan la esfera axiológica
propia del habitar la humanidad sus lugares.
Valores en juego en el habitar (II)
GaylaLin (s/d)
Ventana del dragón verde (s/f)
Dentro de algunas décadas, la
relación entre el ambiente, los recursos y los conflictos será tan obvia como
la conexión que vemos ahora entre derechos humanos, democracia y paz”-
Wangari
Maathai
Rodeando
el núcleo primitivo de valores en el habitar, existe una esfera axiológica
relativamente más evolucionada. Esta esfera incluye a valores tales como la
sustentabilidad.
Tal
como se la entiende actualmente, la sostenibilidad del hábitat se despliega en
aspectos ambientales, sociales y económicos.
La
sustentabilidad ambiental es el aspecto que versa sobre las relaciones entre el
hábitat humano y el ambiente que lo vuelve posible. Este valor está fundado en
la prosecución de un equilibrio dinámico que asegure el desarrollo futuro de la
vida humana en un ambiente que regenere constante y durablemente las
condiciones propicias a la vida.
La
sustentabilidad económica supone la correspondencia entre el desarrollo
económico orientado en términos de
viabilidad ambiental y equitativos desde el punto de vista social. En este
sentido, la sustentabilidad económica del hábitat aparece fuertemente
condicionada por los mecanismos de redistribución de la riqueza y de la
provisión de pleno empleo.
Por
su parte, la sustentabilidad social apunta, como valor, a la consecución de la
justicia social, la plena integración de los sujetos en el entramado social y
la no discriminación generalizada.
Esta
esfera envolvente de valores supone un paso crucial desde el núcleo axiológico
primitivo y la plena realización humana de los valores del habitar.
Valores en juego en el habitar (I)
Frank Vincentz
(s/d) Capilla Baldeney, en Essen
(2011)
Puede
considerarse que existe, desde un punto de vista evolutivo, un núcleo primitivo
de valores en el habitar.
Seguramente,
uno de estos valores es el de la seguridad.
En
principio, es necesario considerar la seguridad física elemental que brinda el
lugar habitado en lo que toca a riesgos vitales: violencia, incendio,
derrumbes. Se trata de un aspecto muy básico y primitivo, pero insoslayable.
También
la seguridad tiene aspectos sociales y jurídicos. Se espera, de un punto de
vista primordial, que los lugares habitados constituyan territorios a salvo de
intromisiones indebidas de terceros y que exista un regular y reconocido
estatuto de uso, goce y hasta de propiedad.
Por
último, hay aspectos simbólicos que es necesario considerar. El valor de la
seguridad es tanto un valor propio de las condiciones materiales y energéticas
del lugar, así como es un signo, en donde la configuración resulta segura y se
significa como tal.
Ante, en y tras la puerta
ntonin Hölperl
(1820-1888) Vendedor eslovaco de vidrio
(1888)
Nunca se sabe qué encontrará
uno tras una puerta. Quizá en eso consiste la vida: en girar pomos.
Albert
Espinosa
A
efectos de situarse ante una puerta,
lo más deseable, en todo caso y si uno se toma estas cosas en serio y
concienzudamente, es inspirar con serenidad. En efecto, abrir una puerta, con
la expectativa que suscita, nos debe encontrar preparados y con el ánimo
templado. Cruzar de un ámbito a otro es una actividad delicada. Con esto, la
problemática cuestión de asir y operar el picaporte tiene siempre algo de
irremediable.
Abierta
la hoja, es preciso detenerse muy brevemente en el umbral. Acontece, nada más
ni nada menos que irrumpimos en otro lugar y la operación demanda una cierta
trémula emoción. Solo los espíritus muy endurecidos por lo basto de la vida
corriente no advierten el estremecimiento que promueve presentarse en el
umbral. ¿Será bienvenida nuestra figura? ¿Ante quién apareceremos? Lo más
aconsejable es detenerse, casi imperceptiblemente, y evaluar muy rápida y
prudentemente la situación. Hay que dominar el sutil arte de aparecer en la puerta.
Tras
el pasaje por el umbral, todo es inaugurar. La vida, luego de una breve e
inquietante instancia, recomienza y promete lo suyo. No conviene de ningún modo
olvidar o soslayar desde dónde es que venimos. Tampoco es de persona prudente
equivocarse sobre la condición del lugar al que accedemos.
La
vida del mundo se remueve quedamente atravesando las puertas
Constructos conceptuales en política del habitar (III)
Friedrich
Friedländer (1825-1901) La conversación
de veteranos (1901)
Un
tercer constructo conceptual de una política del habitar lo constituye la
promoción del desarrollo social.
Se
trata de reinterpretar el tradicional concepto de desarrollo económico al
vincularlo con los procesos de inclusión e integración social en un orden justo
y de gestión democrática. No es sostenible el actual modelo de desarrollo
socioeconómico que impone cada vez más abismales diferencias sociales,
culturales y económicas entre los ciudadanos. El cabal desarrollo perseguible
es aquel que difunde sus beneficios entre el cuerpo social de modo integral e
integrador.
Constructos conceptuales en política del habitar (II)
Friedrich
Friedländer (1825-1901) El cortejo
(1901)
Un
segundo constructo conceptual en política del habitar lo constituye la territorialidad.
Con
este término se entiende la necesaria referencia de la realidad efectiva del
territorio en una política que no puede planear sobre este desentendiéndose de
los efectos que generan intervenciones arquitectónicas y urbanísticas en su
contexto. Es la indiferencia ante la realidad social, geográfica y cultural de
los diversos territorios la que aqueja a las políticas habitacionales al uso,
que diseminan conjuntos residenciales sin la condigna cobertura de servicios de
enseñanza, salud y otros. Es tiempo en que se piense en territorios que se
desarrollan de manera integrada y promueven la localización, distribución y
acondicionamiento de los lugares para vivir en estos.
El
componente territorial de la política del habitar aterriza la política, literalmente. Y al hacerlo, la aproxima al
ciudadano.
Constructos conceptuales en política del habitar (I)
Friedrich
Friedländer (1825–1901) El político
popular (1868)
La
superación de las actuales políticas sociales de vivienda por una política del
habitar supone construir claramente un concepto de integralidad.
Una
política del habitar tiene características de integralidad porque aborda los
problemas del hábitat en forma global y no se circunscribe a ofrecer accesos a
la vivienda a las personas necesitadas. El problema
del hábitat es mucho más complejo y sistémico que el problema de la
vivienda de interés social.
Una
política del habitar no es una política social, si por ello se considera una
política exclusivamente enfocada hacia los sectores aquejados por la pobreza.
Una política del habitar es una política de desarrollo
social, lo que implica una consideración integral del conjunto del cuerpo
social en donde prima el concepto de desarrollo inclusivo total, esto es, el
desarrollo económico, cultural y social, como alternativa a las actuales
segregación socio espacial, discriminación socio cultural y estratificación
socio económica.
El
primer constructo conceptual radica, entonces en una necesaria integralidad
superadora de la inapropiada especificidad de las políticas de vivienda de
interés social.
Cuando del habitar sólo resta una tenue luz
Kawase Hasui
(1883- 1957) Lluvia en Omiya (1930)
Cuando
del habitar sólo resta una tenue luz, entonces domina la intemperie, el abandono
y una tristeza particular.
Las
luces del habitar resplandecen con un brillo cálido, trémulo e indefenso.
Entonces, la noche es más oscura, húmeda y fría, el cuerpo padece su ambiente y
añoramos el consuelo del amparo. En tal desarraigo podemos experimentar una
real pobreza, la penuria de la afueridad,
si cabe el término
Cuando
del habitar sólo resta una tenue luz, todo es lejanía, desamparo y una tristeza
particular que sólo cabe sentir antes de intentar definirla.
Pacientes
Vasily
Verershchagin (1842- 1904) Carta
interrumpida (1901)
La
enfermedad postra y el poder médico hace de las personas, pacientes.
El
psicólogo argentino Gabriel Rolón ha acuñado una expresión sugestiva: padecientes. Gente que padece y es
paciente, esto es, sujetos doblemente dominados por el sufrimiento y la
atención. En nuestros hospitales y sanatorios no es infrecuente que el cuerpo
se vea invadido por diversos dispositivos de control y tratamiento que
refuerzan el carácter inerme del padeciente. Recientemente pude padecer junto a
un moribundo la música concreta de monitores y respiradores que despiden a los
mortales con los signos electromecánicos del cuidado.
Por
mi lado, preferiría partir con cierto andante de una de las últimas sonatas de
Schubert (en mi bemol mayor D568) y no con esta alienante alternancia de
pitidos electrónicos que torturan con solicitud.
Retirarse a estudiar
Marinus van
Reymerswaele (1490- 1546) San Jerónimo
(1541)
¿Cómo es posible vivir sin la
ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer al mismo
Cristo, que es la vida de los creyentes?
San
Jerónimo
El
retirarse a estudiar supone un conjunto secuenciado de asunciones.
En
primer lugar, la Materia de Estudio es, por su naturaleza, Sagrada.
Segundo,
el estudioso tiene la indisoluble vanidad de creer que la tarea está a su
alcance, aunque le demande esfuerzo.
Tercero,
el estudioso avanza siempre observando la torva calota craneana que resulta un memento mori: la vida es corta y la
tarea larga.
Cuarto,
es preciso estar dispuesto a perder la razón, pero no la fe.
Quinto,
todo lo que puede saberse está escrito en el Libro y sólo se trata de acometer
la única y excluyente exégesis de todas y cada una de sus palabras.
Las
condiciones para retirarse a estudiar no han cambiado tan sustancialmente desde
el siglo VI d. C.
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