Gabriël Metsu
(1629- 1667) El boticario (1661)
El
decoro completa y verifica la completitud del edificio ético del habitar.
En
efecto, no se pueden verificar ni la cabal adecuación ni la cumplida dignidad
sin el decoro en los lugares que habitamos. Todos los lugares que habitamos y
todos los que habitamos estos lugares. Exigimos —y hacemos bien— unas
residencias decorosas en decorosos vecindarios, en no menos decorosos barrios y
ciudades. Exigimos el decoro porque hemos nacido libres y para el desarrollo
pleno de esta nuestra libertad: sin decoro, en vez de habitar, nos confinamos,
derrotados y cautivos, en los lugares. Exigimos el decoro, no como una virtud
facultativa, sino constitucional: nuestra reivindicación está triplemente
condicionada por la igualdad, la solidaridad y la libertad. Y se expresa en
lugares para vivir plenamente adecuados, dignos y decorosos.
Los
lugares decorosos no pueden ser unas felices ocurrencias excepcionales, sino la
condición general propia de una sociedad de sujetos verdaderamente libres. Por
eso la Teoría del Habitar tiene un importante capítulo en una específica ética
del decoro.
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