Rudolf
Wiegmann (1804- 1865) Corredor en la casa
Schadow (1836)
Del pasillo, triunfante modo de
comunicación de la modernidad funcionalista, podemos decir que tiene su origen
no en la voluntad de unir estancias con una circulación compartida, sino de
separarlas para facilitar la privacidad y discriminar la circulación. El
pasillo, de hecho, tiene su origen en el esfuerzo para evitar la interferencia
entre los señores de una casa y su servicio. Una paradoja ésta, la de separar
en lugar de comunicar, que aún hoy sigue siendo una poderosa fuente de
posibilidades.
Santiago
de Molina, 2016
Los
pasillos o corredores, como las puertas y ventanas, tienen la naturaleza de las
articulaciones: unen-y-separan.
Las
posibilidades de los pasillos son, en consecuencia, las propias de las
articulaciones, a la que se agrega su constitución propia de un lugar en sí
mismo. Para explotar a fondo tales posibilidades conviene reparar en qué es lo
que sus habitantes llevan a cabo allí. Pueden deslizarse, furtiva y
sigilosamente, por estrechos pasillos o marchar distendidos por unos más generosos
o errar más calmos aún bajo el ritmo sosegado y elegante de arcos y bóvedas.
Los pasillos, por otra parte, no están condenados necesariamente a la monotonía
de la sucesión regular de las puertas: basta tratar el lugar propio de cada uno
de los incidentes en el desarrollo del corredor.
Nada
desalienta más en el pasillo de un hotel u hospital que el comprobar que los
números de las puertas son el único elemento identificador y orientador.
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