Prilidiano
Pueyrredón (1823–1870) Patio porteño en
1850 (1860)
Una vez más comprendí hasta qué
punto la felicidad terrena está hecha a la medida del hombre. No es un ave rara
a la que debemos perseguir un momento en el cielo y al siguiente en nuestra
mente. La felicidad es un ave doméstica que se encuentra en el patio de nuestra
propia casa.
Nikos
Kazantzakis
Hubo
un tiempo que algunas casas tenían en su patio un corazón.
No
quiere decir que nuestras casas actuales estén descorazonadas, pero hay que
reparar en los patios de antaño, en donde las gallinas rumoreaban mientras
ponían huevos y antes de terminar sus días en los pucheros.
Todavía
entonces las casas eran una minúscula eco-nomía
de subsistencia, en donde se cerraba un ciclo de producción y consumo breve,
expeditivo y equilibrador.
Gran
parte de las viviendas de interés social carecen de ese reducto defensivo, de
esa reserva última frente a las contrariedades del mundo exterior.
Pero
el hábitat popular conserva aún tales ámbitos: quizá por ello es que perdura,
tenaz y superviviente.
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