El papel de la domesticidad

Vista de la casa Van Doesburg

La domesticidad es una invención, es decir, una construcción cultural; un concepto abstracto que hace referencia a la forma de concebir el hogar y el espacio circunscrito a él de manera que la ocupación física, psicológica y simbólica de la vivienda adquiere unos rasgos determinados, llegando a generar un estilo y una forma determinada de vida; en este sentido, presupone la intencionalidad y la voluntad de crear en el interior de los hogares un clima considerado ideal por los propios moradores; un marco para la convivencia y cohabitación que, al basarse en ciertas reglas que facilitan la satisfacción de las necesidades fisiológicas y emocionales, puede asegurar el orden y la estabilidad internas, siendo percibido por sus residentes como radicalmente distinto al espacio exterior, en tanto que  desordenado e inestable.  
Gloria Franco Rubio, 2012

En otros muchos artículos se ha protestado aquí de forma enérgica acerca de la cosificación abusiva de la casa.
Puede que algo bueno pueda suceder si reflexionamos la propia casa desde la domesticidad, esa construcción cultural que llevamos todos consigo y en la que apenas nos detenemos a pensar. Sucede que la domesticidad es nuestra primera historia, nuestra primera geografía, nuestra primera escuela y el lugar al que solemos regresar día tras día. Es el trasfondo reservado de nuestra vida pública, el ámbito en que meditamos los pasos a seguir más allá de sus confines, el lugar de los implacables espejos.
Recién cuando tomemos en serio la domesticidad conseguiremos que la arquitectura de la casa responda, punto por punto con ese cierto estilo y forma de vida que adoptamos de buena gana.

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