Joseph DeCamp
(1858- 1923) La costurera (1916)
Quien mira desde afuera a
través de una ventana abierta nunca ve tantas cosas como el que mira una
ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fértil, más
tenebroso, más deslumbrante que una ventana iluminada por una vela. Lo que se
puede ver al sol es siempre menos interesante que lo que ocurre detrás de un
vidrio. En ese agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, sufre la
vida.
Charles
Baudelaire, 1869
Con
la operación de ciertos mecanismos apenas si comenzamos con la implementación
de los útiles.
Véase:
una ventana puede abrirse, entornarse o cerrarse, ajustar la iluminación
mediante cortinas, postigos o contraventanas y otras operaciones similares.
Pero
con esto no se circunscribe la totalidad de uso
que le damos. Allí nos situamos para el disfrute de la brisa, del gradiente
térmico, de su iluminación. Es un lugar adecuado para la meditación, el ensueño
y la proyección subjetiva hacia lo más allá. A través de una ventana provienen
las novedades del tiempo y del mundo exterior. Desde afuera y en la oscuridad,
una ventana desvela una siempre misteriosa intimidad de la vida. Las
proporciones y situación de una ventana afectan y condicionan el arreglo y
disposiciones de la habitación. Los usos
de una ventana —o cualquier otro elemento arquitectónico— son mucho más que
puras operaciones mecánicas.
La
razón de ello es que las personas somos mucho más que simples y eficaces
operadores de mecanismos. Y por eso una casa es mucho más que una máquina para
habitar.
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