Honoré Daumier
(1808-1879) Ómnibus (1864)
Tengo la horrible sensación de
que pasa el tiempo y no hago nada y nada acontece, y nada me conmueve hasta la
raíz.
Mario
Benedetti, 1960
No se
tratará aquí de las patologías del habitar, sino de ese discurrir distraído,
olvidado de si y descolorido que por lo general puebla nuestras rutinas.
Apenas
si pasa el tiempo. Sin acontecimientos,
esto es, sin esas instancias cruciales que señalan cambios, transformaciones,
mudanzas, el tiempo es mero transcurrir, deslizarse sobre la pura duración,
levedad insípida.
Padecemos
el prosaísmo de la vida cotidiana cuando nos volvemos sordos a las voces del
poeta: hace falta conmovernos.
Dejamos de ver a nuestro alrededor lo que sólo nuestros artistas plásticos nos
pueden revelar. La ciudad nos escribe la vida y no somos capaces de descifrar
sus sentidos ocultos.
Nuestro
resignado letargo no es un destino obligado. La vida cotidiana merece algo más
que su mero padecimiento.
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