James Lobley
(1828–1888) La pequeña Nell abandona la
iglesia (1867)
La
habitación humana tiene principio en la trasposición de umbrales.
Cada
vez que cruzamos una puerta puede experimentarse un sutil estremecimiento:
adviene un mundo ya en el espacio, ya en el tiempo. Nunca estamos absolutamente seguros de lo que vendrá. Siempre
cambiamos de estado, de etiqueta, de empaque. Somos muy ligeramente diferentes antes-y-después, o ante-y-tras el umbral. Cruzar el límite tiene algo de inaugural, de
ocurrencia, de entrañable novedad. Por eso, las puertas, que se abren y cierran
a nuestro paso, nos infligen un cierto espasmo que nos recuerda, por si acaso estamos
muy distraídos, que estamos vivos.
Nunca
es nimio el gesto al trasponer el origen de una circunstancia. Disponer puertas
y umbrales en los lugares es tarea muy delicada.
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