Círculo de
Piedras de Drombeg
En el círculo se confunden el
principio y el fin.
Heráclito
de Éfeso
Aquí
se ha defendido con ahínco la conjetura que, en arquitectura, todo empieza (y
quizá todo termine) en un círculo de piedras.
Hay
que notar que esta virtuosa confusión del principio y el fin que supo ver
Heráclito no sólo es una peculiaridad espacial: es también en el tiempo que en
el círculo se confunden el principio y el fin. Porque esta es la virtud —que
también puede denunciarse como vicio— de los círculos: consiguen contornear con
el recurso del regreso, de la órbita, del lugar que se abre para mejor cerrarse
sobre sí.
Y
esta constitución circular o esférica es una característica inherente a toda
arquitectura humanamente concebible.