Frederick Carl
Frieseke (1874 – 1939) En el borde del
mar (1915)
Una
arquitectura al servicio de la condición humana está íntimamente comprometida
con el confort no banalizado, con un legítimo fruir de la vida.
En
este apartado es preciso explicitar el sentido de la locución legítimo fruir de la vida. El concepto
de confort no banalizado no comprende un aspecto peculiar de una circunstancia
episódica, sino al disfrute de la vida en todo aquello que esta brinda. Por
ello, el verdadero confort es el que se vincula con el fruir del conjunto
complejo y estructurado de las peripecias vitales. Hay situaciones confortables
vinculadas a todos los géneros de emociones y sentimientos, tanto a los
relajados como a los intensos, a los alegres y despreocupados, así como a los
tristes o melancólicos. Es la vida que se
vive bien la que permite, con el confort omnipresente, un fruir que no se
conforma con consumir las cosas de la vida, sino que consuma a ésta.
Porque
de esto se trata, de una arquitectura que aliente ya no el puro consumo
estéril, sino la propia gozosa fruición consumadora de la vida.
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