Sic transit


Le Corbusier (1887- 1965) Villa Savoye antes de su restauración

Ojalá nuestras algunas de nuestras obras envejezcan dignamente, como las mujeres verdaderamente hermosas.
Este deseo proviene de las continuas señales de alarma que uno puede apreciar en relación con la cada vez más pronunciada caducidad material, funcional y simbólica de las obras arquitectónicas contemporáneas. He visto una lujosa mezquita moderna con las piezas cerámicas ya cascadas cuando sobreviven templos y palacios de la más pronunciada antigüedad que han permanecido si no prístinos, sí dignos. Podemos ver, asimismo, cómo los programas funcionales en donde teóricamente hay un lugar para cada cosa, deben readaptarse ante las mutaciones casi inevitables en el uso. Es de sospechar también que el ejercicio arquitectónico actual cede terreno ante fenómenos tales como la moda vestimentaria, que hace lucir avejentadas las obras que resplandecieron apenas ayer.
¿Qué quedará de nuestros efímeros procederes que conmueva a nuestros descendientes?

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