Distintas entrevisiones del mismo Jardín

Joaquín Agrasot (1836- 1919) Jardín valenciano (s/f)

En un jardín no se está solo. Pero, en una casa, se está tan solo que a veces se está perdido.
Marguerite Duras

En este sitio se cultiva la sospecha que todos los jardines forman parte de un único paisaje, el que sólo puede ser entrevisto, aquí y allá, en señalados puntos de una geografía. Puede que mencionar un jardín sea apenas una entrevisión de uno de los incontables fragmentos del único lado virtuoso del Mundo.


El sino de las ciudades

Carl Moll (1861–1945) El Naschmarkt en Viena (1894)

…las ciudades necesitan una muy densa y muy intrincada diversidad de usos que se apoyen mutua y constantemente, tanto económica como socialmente. Los componentes de esta diversidad pueden diferir enormemente, pero han de completarse necesariamente de maneras determinadas y concretas. 

Jane Jacobs, 1961

Mientras que los empresarios, los políticos municipales, los arquitectos y urbanistas profesionales, así como los tecnoburócratas se esfuerzan por simplificar, sobresimplificar y discriminar, las ciudades vivas hacen todo por desarrollar la más intensa diversidad y complejidad de vínculos.

El problema de la hora es que no puede dejarse que la vida urbana genere espontáneamente un orden adecuado para el desarrollo actual y futuro, mientras que los ordenamientos propuestos de modo socialmente consciente suponen intervenciones que están generando cada vez más tejido muerto en nuestras ciudades.

Esas enormes plazas en donde nadie se detiene y esos vastos ghettos puramente residenciales son algunas de las sugestivas emergencias de esta antinomia.

El papel de la domesticidad

Vista de la casa Van Doesburg

La domesticidad es una invención, es decir, una construcción cultural; un concepto abstracto que hace referencia a la forma de concebir el hogar y el espacio circunscrito a él de manera que la ocupación física, psicológica y simbólica de la vivienda adquiere unos rasgos determinados, llegando a generar un estilo y una forma determinada de vida; en este sentido, presupone la intencionalidad y la voluntad de crear en el interior de los hogares un clima considerado ideal por los propios moradores; un marco para la convivencia y cohabitación que, al basarse en ciertas reglas que facilitan la satisfacción de las necesidades fisiológicas y emocionales, puede asegurar el orden y la estabilidad internas, siendo percibido por sus residentes como radicalmente distinto al espacio exterior, en tanto que  desordenado e inestable.  
Gloria Franco Rubio, 2012

En otros muchos artículos se ha protestado aquí de forma enérgica acerca de la cosificación abusiva de la casa.
Puede que algo bueno pueda suceder si reflexionamos la propia casa desde la domesticidad, esa construcción cultural que llevamos todos consigo y en la que apenas nos detenemos a pensar. Sucede que la domesticidad es nuestra primera historia, nuestra primera geografía, nuestra primera escuela y el lugar al que solemos regresar día tras día. Es el trasfondo reservado de nuestra vida pública, el ámbito en que meditamos los pasos a seguir más allá de sus confines, el lugar de los implacables espejos.
Recién cuando tomemos en serio la domesticidad conseguiremos que la arquitectura de la casa responda, punto por punto con ese cierto estilo y forma de vida que adoptamos de buena gana.

El signo del hito en camino

Calle de Sevilla cerca de la Giralda

¿Cómo no perdernos en los laberintos?
El papel de los objetos singulares en el hábitat es señalar instancias de referencia. No deben faltar, por cierto, pero tampoco proliferar abusivamente. No todas las ocurrencias arquitectónicas pueden conformar objetos singulares. Por eso, la preservación y control sobre tales objetos es una elemental tarea municipal

Por ello deben protegerse los referentes urbanos con sensibilidad, pero también con buen sentido. Sobreviviremos con ellos o sucumbiremos en el caos.

Interesante artículo que recomiendo

Véase
http://tochoocho.blogspot.com/2019/08/que-es-una-casa.html
En particular, es notable su coincidencia temporal con los sucesivos artículos que se están publicando aquí acerca del concepto de vivienda. En el caso de Pedro Azara, centra su erudición en el concepto de casa. La vida te regala algunas alegrías en la pluralidad de las voces. Algo quedará de todo esto.

¿Qué es una “vivienda”? (II)

Anónimo Habitación obrera (s/f)

La discusión realizada […] permite entender el contexto y alcances de las equivalencias, según las cuales la vivienda es: objeto; valor social; satisfactor; proceso; sistema; y estilo o género de vida. Cada uno de estos puntos de vista resulta absolutamente válido: son 'significados' de 'vivienda' puesto que tienen 'sentido' -empezando por el que tiene para quienes, en cada caso, así lo plantean-.
Ana María Rugiero Pérez, 20001

Si la denotación del término ‘vivienda’ remite a su carácter de objeto, es singularmente interesante explorar su connotación como valor social.
Es de la asunción consecuente de la vivienda como objeto (artefacto cerrado y cubierto construido para ser habitado por personas) que se deriva con afectada naturalidad a la idea de bien, esto es, objeto-con-valor. Este valor, en principio es un valor de uso, derivado de su carácter de utensilio y luego, en el contexto de una economía mercantil, un valor de cambio.
Hay una mezquindad original en la caracterización objetual de la vivienda; en sí misma es portadora de una connotación de mínimo que hace que deba especificarse su carencia en el término infravivienda y su conformidad mínima con el consenso social en términos de vivienda adecuada.
No debe olvidarse que los debates sobre la vivienda tienen su origen en el “problema de la vivienda obrera” extendidos a la infravivienda de los pobres: el propio término ‘vivienda’ queda adscrito al puro alojamiento de los sectores sociales deprivados de la economía capitalista. Para el sentido común liberal clásico, la residencia de los sectores medios y acomodados es resuelta eficaz y eficientemente por el mercado inmobiliario y el desarrollo urbano promovido por sus agentes.
La preocupación por la justicia social y por la redistribución social de la riqueza ampara el ejercicio de políticas sociales de vivienda que son, en sustancia, políticas de reasignación de valor social.
Como valor social, entonces, es que la caracterización de una vivienda como objeto adquiere una especificación en términos de valor de uso y de cambio que contornean su caracterización como mercancía.

1 Véase el artículo completo en


Diseño crítico de la morada del hombre, según el profesor Doberti (IV)

Alvar Aalto (1898- 1976) Biblioteca de Viipuri (1927)

Frente al diseño de una vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa duda la noción misma de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos simbólicos, de las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de reconstitución se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la obra será auténtica no por original o novedosa sino por originada desde sus fundamentos.
Roberto Doberti

La última de las fases propuestas por el Roberto Doberti para el diseño crítico de la morada del hombre es en verdad el punto de origen de un diseño arquitectónico comprometido con la vida humana: una arquitectura originada desde sus fundamentos.
Y esos fundamentos radican en la vida humana, no en la especificación de la cosa diseñada y construida en sí misma, sino en el servicio prestado por ella.
El proceso de diseño, así, resulta de una síntesis de los vectores impulsores originarios: es la vida misma que empuja la mano que traza las líneas de la prefiguración. Es la vida misma la que impone su programa. Es la vida misma que se logra anticipar. Es la vida misma que se recrea, incesante.

Porque no se trata de cosas diseñadas y construidas, sino de la vida humana en relación con esas cosas.

El signo de la sombra en el lugar

Lionel Allorge (s/d) Bourg-la-Reine, Francia (2012)

Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.
Jorge Luis Borges, 1969

Gentes y lugares se proyectan sombras e improntas mutuas.
Somos nuestra memoria, dice Borges y acierta. También proyectamos sombras propiciatorias sobre los lugares.  Estos dos sucesos están recíprocamente implicados. Este virtuoso intercambio hace que nuestro habitar se vea jalonado por improntas que a veces se completan con añoranza.
Así, mientras que los espejos no revelan identidades y locaciones, las sombras nos infligen las memorias de los lugares.

La nostalgia no es más que un insensato anhelo de recuperación de cierta sombra que ya ha acaecido.

Oficina


Duele tanto la rutina de una vida siempre igual, la costumbre duele tanto, que esta noche, liberado del perfume de oficinas, ¡quiero música, maestro, hasta morir!
Homero Expósito

La acusada tercerización de la economía y del empleo condena a cada vez más cuantiosos contingentes humanos a la vida de oficina.
Trabajar en una oficina supone desarrollar, con resignada actitud, un modo de vivir, sentir y haberse con el mundo. Un fantasma recorre todos los rincones de las oficinas, un deprimente y mórbido aburrimiento. Las tareas concretas suelen ser abusivamente repetitivas y su cadencia se vuelve cada vez más desprovista de sentido.
No obstante, la administración de flujos de información parece constituir, en cierto modo, el destino de cada vez más personas en su trabajo cotidiano.
Puede que el rediseño radical de las oficinas constituya un importante capítulo de la arquitectura del futuro. Ojalá los oficinistas del futuro pueda habitar sus habitáculos de modo más confortable y vivible.


El signo del reflejo en el agua

Hermann Corrodi (1844–1905) A la vera del río (s/f)

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

Jorge Luis Borges
Hay un suceso capital en el devenir de la historia humana del habitar: advertir la propia presencia en el reflejo que nos devuelve la evidencia que constituimos un lugar.
Nos identificamos a la vez que conocemos nuestro lugar. Narciso sucumbió ante este encantamiento, mientras que a Jorge Luis Borges le infligió un horror del que no se libraría ni con el exorcismo de la poesía. En todo caso, hay en el mundo ciertas mágicas entidades a través de las cuales irrumpe la revelación que estamos de un lado del mundo.

Quizá haya sido precisamente el lugar en donde experimentamos tal epifanía es el lugar originario desde donde parten, raudas e incesantes todas las dimensiones del espacio y el tiempo.

Plumas ajenas: Manuel Delgado



A veces se antoja que los espacios urbanos que los arquitectos y urbanistas proyectan no están concebidos para que en ellos se desarrolle la sociabilidad humana, como si la simplicidad del esquema producido sobre el papel o en maqueta no estuviera calculada nunca para soportar el peso de las vidas en relación que van a desplegar ahí sus iniciativas. En el espacio diseñado no suele haber presencias, lo que implica que por no haber, tampoco uno encuentra ausencias. En cambio, el espacio urbano real –no el concebido– conoce la heterogeneidad innumerable de las acciones y de los actores. Es el proscenio sobre el que se negocia, se discute, se proclama, se oculta, se innova, se sorprende o se fracasa. Escenario sobre la que uno se pierde y da con el camino, en que espera, piensa, encuentra su refugio o su perdición, lucha, muere y renace infinitas veces. Ahí no hay más remedio que aceptar someterse a las miradas y a las iniciativas imprevistas de los otros. Ahí se mantiene una interacción siempre superficial, pero que en cualquier momento puede conocer desarrollos inéditos. Espacio también en que los individuos y los grupos definen y estructuran sus relaciones con el poder, para someterse a él, pero también para insubordinarse o para ignorarlo mediante todo tipo de configuraciones autoorganizadas.  
Manuel Delgado, 2019

Artículo completo en:


¿Qué es una “vivienda”? (I)

Banco Hipotecario de la Vivienda Proyecto de vivienda de interés social

La discusión realizada […] permite entender el contexto y alcances de las equivalencias, según las cuales la vivienda es: objeto; valor social; satisfactor; proceso; sistema; y estilo o género de vida. Cada uno de estos puntos de vista resulta absolutamente válido: son 'significados' de 'vivienda' puesto que tienen 'sentido' -empezando por el que tiene para quienes, en cada caso, así lo plantean-.
Ana María Rugiero Pérez, 20001

Según el Diccionario de la Real Academia Española el término “vivienda” designa:
Lugar cerrado y cubierto construido para ser habitado por personas.
Esta definición identifica de modo genérico la vivienda con su carácter de lugar, lo que es merecedor de un detenido análisis que se pospondrá por ahora. Por el momento destinaremos cierta atención a las determinaciones específicas esto es, “…cerrado y cubierto construido para ser habitado por personas”.
Un lugar cerrado y cubierto construido parece constituir una caracterización de artefacto de naturaleza tectónica. La especificación …para ser habitado por personas señala un carácter de utensilio.
Todo indica que resulta relativamente expeditivo considerar —bajo estas caracterizaciones y soslayando ciertos problemas inherentes a la consideración de lugar— que una vivienda es, en principio, una cosa material.
Si la Real Academia hubiese optado por caracterizar sustancialmente a la vivienda como “artefacto” o “edificio”, la interpretación no ofrecería ninguna duda: una vivienda es un edificio cerrado y cubierto construido para ser habitado por personas.
En principio, entonces, la definición de una vivienda como un objeto no parece ofrecer mayores dudas. Pero hay que repasar otras connotaciones.

1 Véase el artículo completo en


Diseño crítico de la morada del hombre, según el profesor Doberti (III)

Carl Vilhelm Holsøe (1863-1935) Salón (s/f)

Frente al diseño de una vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa duda la noción misma de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos simbólicos, de las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de reconstitución se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la obra será auténtica no por original o novedosa sino por originada desde sus fundamentos.
Roberto Doberti

Una vez que se ha emprendido esa ruta o método que se origina en dudas y extrañamientos que llevan a ajustes necesarios de ideas, nociones y conceptos, se impone revelar la estructura profunda del lugar habitable, sea en términos de vivienda, morada o casa.
Por estructura profunda del lugar se entiende aquí la estructura primigenia y original que sustenta la arquitectura de tal lugar. Sustento que es —antes que físico— existencial, vital, humano. Hay que dar con la sustancia propia de la arquitectura —la sustancia propia de la vida humana— y permitir revelar su propia armazón sustentante, esto es, el modo que se manifiesta el contenido que busca su forma arquitectónica.

Apenas nos asomamos a inteligir, de un modo aún incipiente, ciertas revelaciones parciales de tal estructura.

Plumas ajenas: Manuel Delgado


Las fiestas son una especie de habitáculo sagrado en el seno del tiempo, el equivalente del templo o del monumento en la dimensión espacial, un refugio –o una turbulencia– en que el ser humano dramatiza el sentido último de su existencia como ser social, las condiciones que la hacen posible, aunque sea a la vez que en cierto modo la niegan.
Eso implica que la fiesta implica una manipulación del tiempo que lo anula, en el sentido de que lo convierte en reversible, lo ahueca, lo agujerea, lo suspende. La fiesta, como el intervalo musical o como la propia partitura, es lo que permite percibir la duración y ocupan sin duda un tiempo, pero, en cambio, no nos equivocaríamos si dijéramos que no tiene duración, implica una puesta en suspenso del mismo devenir del que son la exaltación misma. La fiesta implica algo así como un tiempo muerto –en el sentido que se emplea esa expresión en el lenguaje deportivo– cuya toma en consideración haría de la fiesta una concreción, a nivel colectivo, del papel de los "instantes sin duración" que Bachelard oponía a la duración bergsoniana como instrumentos de una "discontinuización" del tiempo y que eran síntesis no medibles de ser, núcleos de acción, memoria de energía, momentos complejos capaces de reunir heterogéneas simultaneidades.
Manuel Delgado, 2019
Artículo completo en:

La sustancia de la arquitectura

Georg Schrimpf (1889–1938) Previsora (1932)

Una construcción solo puede ser material. Una obra de arquitectura puede ser -o tiene que ser, quizá-, un sueño, un espacio imaginado: un lugar, real o soñado en el que uno querría estar para siempre, un lugar quizá inalcanzable pero que nos mantiene en vida por la promesa que ofrece de una vida plena.
Pedro Azara, 2016

El profesor Pedro Azara, con su habitual lucidez, sintetiza una importante cuestión: la de la sustancia de la arquitectura.
La pista inicial es la especificación de la sustancia de la construcción: esta sólo puede ser material, lo que implica que la arquitectura tiene otra sustancia, ya que arquitectura y construcción no participan de la misma naturaleza, aunque están íntimamente conectadas entre sí.
La sustancia de la arquitectura es la sustancia propia de quienes habitan: sueños, demandas, anhelos, proyectos, la vida misma. La construcción es el soporte material que nos permite, entre otras cosas, contar con una ventana adecuada para meditar, para inquirir en tierra, horizonte y cielo, para anticipar lo que vendrá.
Comenzamos a discurrir en una dirección prometedora cuando partimos de una ontología que devela la naturaleza propia de nuestro objeto de reflexión.


El problema de la hora

Heinrich Vogeler (1872–1942) Anhelo (1900)

La cada vez más aguda crisis de la vivienda es más bien una crisis de la habitación, entendiendo por tal, tanto el contenedor espacial como el acto de habitar, ambas cosas a la vez. Este problema desborda por completo a lo que corrientemente se entiende por vivienda, pues el habitar tiene lugar también fuera de la vivienda, en el contexto urbano y por otro lado ésta no se reduce a un mero instrumento puesto a disposición de determinados sujetos, sus usuarios.
Eduardo Serrano Muñoz, 2003

Hacia 1873  Friedrich Engels publicaba su Contribución al problema de la vivienda. Este problema era una emergencia de la Revolución Industrial que trajo consigo la emigración del campo a las ciudades, el crecimiento demográfico del proletariado y una incipiente segregación socioespacial que generaba los reductos obreros (slums). En aquellos tiempos, el mero alojamiento era un problema agudo que opacaba otros no menos ominosos aspectos.
Mientras que sentido común liberal de la época ni siquiera estaba dispuesto a considerar esta cuestión como un problema, el término vivienda quedó circunscrito a esa cosa satisfactora de alojamiento proletario. La conciencia social, a lo largo del siglo XX, se aplicó a la fatigada tarea de impulsar, de un modo u otro, ciertas políticas sociales que afrontaran, siempre en parte, esta cuestión de la vivienda.
Ahora se abre paso la convicción que el problema es mucho más vasto, más profundo y de mayor alcance que un problema social de la vivienda. Ahora se abre paso la idea que el verdadero problema es el habitar de todos y de la totalidad integral del hábitat.

Vivimos tiempos interesantes

La estructura profunda de la casa

Helen Allingham (1848–1926) Por la puerta del cottage (1870)

Hemos de construir casa que crezcan; la casa que crece ha de sustituir a la máquina para habitar.
Alvar Aalto
¿Cómo dar con la estructura profunda de la casa?
No se trata, por cierto de la estructura física de un edificio: esto es el pormenor de la ingeniería de una cosa construida. Lo que cuenta aquí es la casa en sí, esto es, cierto orden de relaciones que articulan a las personas de una familia con el ámbito que habitan. Ese cierto orden al que se alude aquí tiene una sustancia relacional, ni material ni ideal, sino de un tipo específico. La estructura profunda de la casa, la ley interior de ésta es una constitución relacional de la intimidad protegida. Así las cosas, el núcleo duro es un entramado ordenado de relaciones que afincan a un grupo familiar con el lugar que habitan, componiendo espacio y tiempo, geografías e historias.

Se trata de dar con el núcleo generador y seminal de eso que debe dejarse crecer.

Plumas ajenas: Manuel Delgado


Una sociedad es una asociación que reúne un número indeterminado de subgrupos -clases, etnias, partidos, iglesias, etcétera- con identidades e intereses contrapuestos, cuanto no antagónicos. Por ello, toda sociedad vive en una situación de guerra civil crónica, sólo que cuenta con mecanismos que mantienen esas luchas intestinas en estado latente. Tales dispositivos consisten en luchas rituales en las que los bandos ejercen unos contra otros una violencia simbólica y no lesiva, que mantiene vivos los conflictos pero que, al mismo tiempo, evita sus efectos., Uno de esos mecanismos es, entre nosotros, el de la rivalidad entre equipos de fútbol y sus respectivas aficiones  
Manuel Delgado, 2019

Artículo completo en:


Penumbras

Tadao Ando (1941- ) Interior en residencia Koshino (1984)

Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. No obstante, como decía anteriormente, nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes.
Junichiro Tanizaki

La dimensión fototópica del habitar no siempre conduce a iluminar, a echar luz, a irradiar con esplendores.
En efecto, solemos habitar ciertas penumbras, mientras dejamos que la luz revele aquello que dejamos afuera. ¿Cómo concebir los lugares propicios a la calma meditabunda o a los excesos del amor, si no es con una arropadora penumbra? ¿Dónde es posible alojar la ambigüedad de la  existencia? ¿Cómo amparar el ámbito propio e íntimo? Nuestro habitar anhela una propicia penumbra, a la vez que se irradie, aquí y allá, todo aquello que nos rodea y contiene.

La dimensión fototópica es una variable sutil, delicada, huidiza.

Diseño crítico de la morada del hombre, según el profesor Doberti (II)

Residencia en Toledo, España

Frente al diseño de una vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa duda la noción misma de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos simbólicos, de las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de reconstitución se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la obra será auténtica no por original o novedosa sino por originada desde sus fundamentos.
Roberto Doberti

Tras la necesaria fase de duda y extrañamiento, es necesario un riguroso ajuste de ideas, nociones y conceptos.
Reconstruir la noción misma de “vivienda” implica señalar sus límites, insuficiencias o inconsistencias. Implica explorar las vecindades semánticas: residencia, morada, casa. Sólo cuando se depure el campo semántico y sólo cuando se recorran una a una las referencias será posible afrontar un desafío adecuadamente formulado. En efecto, no es lo mismo encarar el diseño profundo de una vivienda, una residencia, una morada o una casa. A cada cual le corresponde unas nociones, unas ideas, un concepto, una lógica de disposición física (una estructura profunda), una arquitectura de pormenores, unos determinados efectos denotativos y connotativos, unas diversas tecnologías apropiadas y ciertos y diferentes principio de relación con lo circundante, con el contexto y con el hábitat.

Habrá que averiguar los términos concretos de la demanda social y contribuir a clarificarlos, dejando crecer desde su raíz o pie el propio encargo.

Memoria y olvido; arquitectura y edificación

Salomon Corrodi (1810-1892) Vista del Foro Romano (1845)

Se ha escrito a menudo que todo lugar está cargado de latentes presencias: marcas dejadas inevitablemente por construcciones anteriores. Una obra de arquitectura sería la que recogiera estas presencias invisibles, huellas de pasos anteriores. La arquitectura no se emplazaría sobre un espacio virgen ni se comportaría o se situaría como si el espacio fuera virgen, como si nadie hubiera estado allí antes.
Pero Platón, quien posiblemente creyera en que toda forma construida debiera estar influida por el eco de formas pretéritas, también asumía que el pasado era un tal lastre que no cabía sino olvidarlo, si se quería construir "de nuevo". Esta construcción, sin embargo, no se llevaba a cabo inocente, orgullosamente, sino con mala conciencia. Platón era consciente que se edificaba sobre ruinas, y que éstas, trágicamente, debían dejarse de lado, olvidarse -lo que era imposible- si se quería levantar una nueva forma no marcada, lastrada o deformada por un pasado que, queriendo ser olvidado, sigue presente.
La arquitectura se hallaría así entre dos presencias: la que peleaba por aparecer y las que habían caído pero seguían, como almas en pena, rondando el lugar. Construir era derribar. Se edificaba sobre el derribo de la memoria, teniéndola bien presente pero tratando, a fin de avanzar, de hacer oídos a sus lamentos, su exigencia de ser tenidas aun en cuenta, de no querer o poder ver lo que hubo. Se construía, según Platón, con "mala consciencia", sabiendo que para operar bien se debía desatender a lo que exigía cuidados.
El olvido -que no la ignorancia- es quizá la condición de la edificación 

Pedro Azara, 2016

Por lo general, se tiene a la edificación como la manifestación excluyente de la arquitectura. Así opera, por cierto, el sentido común. Sin embargo, cabe sospechar una nueva articulación entre estas dos ideas.
Repárese, en primer lugar en lo afirmado por Pedro Azara en el primer párrafo. Una obra de arquitectura no es, nunca, una ocurrencia ex nihilo, sino el cultivo respetuoso de las potencias de un lugar. Me atrevo a generalizar su idea: todo lugar está cargado de latentes presencias que no siempre son marcas dejadas inevitablemente por construcciones anteriores. Las latentes presencias de los lugares son aquello que los antiguos romanos denominaban genius loci, presencias latentes que aceptaban o rechazaban a su futuro morador, con las cuales era de varones prudentes conciliar mediante sacrificios propiciatorios y una sabia prudencia. Eso es la arquitectura.
Por otro lado y recíprocamente, opera la edificación; nihilizando, olvidando, sustituyendo. El lugar a edificar debe abolirse en su condición, debe ser reducido a un sitio, mediante una negación y derribo existencial antes aún que material. Esto es edificar.

Pero quieren las cosas que el operar del hombre tenga a la mano la doble y recíproca capacidad de memoria y olvido. Por ello el arquitecto del lugar dispone, correlativamente, de arquitectura y de edificación. Por ello, la edificación puede entenderse como un complementario dialéctico de la arquitectura y no ya como su única manifestación.

Umbrales habitados

Carl Vilhelm Holsøe (1863- 1935) Muchacha en un balcón (s/f)

Acodado al balcón
veo
esta lejanía tan próxima
No sé cómo nombrarla
aunque la toco con el pensamiento

Octavio Paz
Así como una ventana es más que un agujero en una pared, un balcón es algo más que un adorno en la fachada.
Hay pocos lugares mejores que la vera de una ventana para meditar. Pero en un balcón, la imaginación sale a volar, encaramándose sobre el horizonte buscando más allá lo que vendrá.

Para eso es que hay que dotar de balcones a las fachadas, para que los espejismos salgan a volar.

Aquellas casas de rumoroso corazón

Prilidiano Pueyrredón (1823–1870) Patio porteño en 1850 (1860)

Una vez más comprendí hasta qué punto la felicidad terrena está hecha a la medida del hombre. No es un ave rara a la que debemos perseguir un momento en el cielo y al siguiente en nuestra mente. La felicidad es un ave doméstica que se encuentra en el patio de nuestra propia casa.

Nikos Kazantzakis

Hubo un tiempo que algunas casas tenían en su patio un corazón.
No quiere decir que nuestras casas actuales estén descorazonadas, pero hay que reparar en los patios de antaño, en donde las gallinas rumoreaban mientras ponían huevos y antes de terminar sus días en los pucheros.
Todavía entonces las casas eran una minúscula eco-nomía de subsistencia, en donde se cerraba un ciclo de producción y consumo breve, expeditivo y equilibrador.
Gran parte de las viviendas de interés social carecen de ese reducto defensivo, de esa reserva última frente a las contrariedades del mundo exterior.

Pero el hábitat popular conserva aún tales ámbitos: quizá por ello es que perdura, tenaz y superviviente.

Una cualidad sin nombre

Oswald Achenbach (1827- 1905) Jardín de un monasterio (1857)

Hay escenas que tienen una cualidad sin nombre y que nos mueven a una melancolía especial: Quisiera estar ahí.
No es un efecto de belleza, aunque algo de lo efectivamente percibido llega a la hondura de los afectos. No es, tampoco, un efecto de la bondad moral ilustrada: nunca sabremos por qué nos resulta seductor. Puede que haya sí un efecto retórico: la imagen nos participa en algo que, por alguna oscura razón, estamos aguardando percibir, quién sabe desde cuándo.

Los lugares que habitamos deben tener esta cualidad sin nombre: algo que es precisamente lo que nuestro interior aguarda con una discreta pero firme expectativa.

Diseño crítico de la morada del hombre, según el profesor Doberti (I)

Vilhelm Hammershøi (1864–1916) Interior con espejo (1907)

Frente al diseño de una vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa duda la noción misma de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos simbólicos, de las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de reconstitución se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la obra será auténtica no por original o novedosa sino por originada desde sus fundamentos.
Roberto Doberti

En este breve párrafo, Roberto Doberti logra sintetizar  los principales rasgos de lo que podría constituir un diseño crítico de la morada del hombre.
Quizá todo provenga de un inicial estado de duda (metódica y cartesiana, cómo no) o de extrañamiento. Sólo cuando contemplemos una escena cotidiana, común y corriente, en donde habitan las personas y perdamos la equívoca transparencia de lo presuntamente obvio, empezaremos a percibir.
En efecto, hay en un virtuoso dudar un recurso crucial para preguntarse qué es lo que sabemos del habitar del hombre, esto que llevamos a cabo distraída y casi mecánicamente. Dudamos, entonces de nuestro afectado y falaz seudoconocimiento para prepararnos a ver la cuestión con la mirada despejada. Y esta mirada despejada es, en principio, una perplejidad, un extrañamiento metódico: cómo es que llegamos a este punto, qué es lo que deberá ser pensado desde un nuevo principio, hacia dónde nos llevará una renovada reflexión sobre aquellas materias de las más cotidianas de la vida.

Con ello, hemos empezado a movernos en una nueva dirección.

Artículo interesante

Véase:
http://tochoocho.blogspot.com/2019/08/los-papeles-del-rey.html

Entre dos luces

Max Carlier (1872–1938) Joven a la luz de una lámpara (1938)

La luz no es una cosa que puede ser reproducido, sino algo que debe ser representado usando otra cosa...
Paul Cézanne
Hay una dimensión fototópica en el habitar.
El pintor ha conseguido situar su modelo justo en el umbral de dos regiones articuladas precisamente por su presencia. De un lado, el cono de luz artificial de la lámpara, que define el contorno de la mesa y de quienes se sirven de ella. Por otro, la luz moribunda de la ventana, ya fría pero aún vehículo de aquello que parece concitar la atención de la joven. Lo cierto es que habita el umbral que es revelado por el modelado de su figura. Puede descubrirse cómo es que la luz, con el auxilio de penumbras y sombras, construye concretamente lugares.

Debe prestarse más atención a todo aquello que nos descubre, clarividente, el arte de la pintura.