Gran
parte de lo que creo saber sobre los paisajes se lo debo al magisterio callado
de los pintores que decidieron salir de sus estudios y plantar los caballetes à plein air.
Es
que lo que se aprende mirando por encima
del hombro del pintor de paisajes es insustituible para aprender a ver.
Aprender a ver no es posar cualquier mirada, sino consiste en acomodar la atención,
seleccionar, jerarquizar, conferir valor, en todo caso hacer de una escena un
cuadro.
Del
continuo ocurrir de las cosas en la naturaleza, el ojo del pintor selecciona y
estructura aquellos rasgos que registrará, morosa y sensiblemente, en telas y papeles.
Y dejará testimonio de toda su labor.
Los
pintores de paisajes no enseñas sólo con sus resultados. También enseñan con
sus procesos.
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