Hay
una arquitectura monumental,
destinada a la gloria en la memoria social de aquellos o aquello que merece, de
alguna manera, el honroso título de memorable.
Hay
una arquitectura mayestática, cuya
finalidad es señalar una clara distinción social y cultural de los lugares
ocupados por sujetos destacados o destinados a usos que se tienen por singularmente
calificados.
Hay
también una arquitectura de autor,
efusión exquisita de los maestros de la profesión, que demuestran sus virtudes,
por encima de toda otra consideración, incurriendo aquí y allá, en obras
maestras y, en todo caso, objetos singulares.
Todas
estas finalidades son, por supuesto, muy legítimas y respetables, a la vez que
señalan las condiciones de excelencia. De las arquitecturas monumentales,
mayestáticas y de autor, los estudiantes aprenden provechosas lecciones para su
futuro profesional.
Pero
hay, por otra parte, arquitecturas comunes y corrientes, que se contentan con
conformar contextos y que se destinan al fin de ser habitadas. Estas
arquitecturas también tienen condiciones de excelencia y algún estudiante
podría, de tanto en tanto, aprovecharse de sus lecciones.
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