Del pasillo, triunfante modo de comunicación de la
modernidad funcionalista, podemos decir que tiene su origen no en la voluntad
de unir estancias con una circulación compartida, sino de separarlas para
facilitar la privacidad y discriminar la circulación. El pasillo, de hecho,
tiene su origen en el esfuerzo para evitar la interferencia entre los señores
de una casa y su servicio. Una paradoja ésta, la de separar en lugar de
comunicar, que aún hoy sigue siendo una poderosa fuente de posibilidades.
Santiago
de Molina, 2016
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