Giuseppe
Abbati (1836- 1868) La ventana (s/f)
Hay
un encanto especial en la contundencia de la arquitectura austera.
Reducidos
a su esencia, los elementos arquitectónicos no se empobrecen necesariamente:
cuando se aúna ética y estética el resultado es simple y terminante. Mientras
que la pobreza —el empobrecimiento— juega vanamente a quiero-y-no-puedo, la
austeridad se ajusta con exactitud a la circunstancia.
Hay
una simplicidad auténtica y valiosa que no es simpleza, sino virtud en la depuración. No se trata de
mezquindad, sino de adecuación a lo necesario. En vez de reducción a un mínimo,
se opta por el tamaño conforme.
Cierto
es que en estas ocasiones se pierden matices, progresiones, elegancias. Pero
siempre se conserva y atesora cuidadosamente la autenticidad.
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