Hubert Robert
(1733- 1808) Gran escalera en un parque
(1808)
Una
buena escalera es aquella que concuerda ajustadamente con la medida de los
pasos.
Toda
escalera implica una propuesta de marcha y esta puede ser de diferentes tonos:
majestuosa, distraída, apresurada, fatigosa. Ligeras variaciones en la relación
entre la altura y la profundidad de las huellas son capitales para que las
pendientes resulten ya demasiado empinadas, ya excesivamente largas. Una
escalera supone una sucinta propiciación de una coreografía simple, pero que
puede ser espectacular, si consideramos cómo descienden por los escenarios las
vedettes.
Una
buena escalera ofrece un oportuno descanso en el preciso momento en que se
revela la menor fatiga. Dicho de otra manera, ofrece la posibilidad de marchar
según una pauta regular, marcando de manera adecuada y digna el arranque y el
arribo.
Ahora
que se las considera obstáculos a la accesibilidad universal y se les sustituye
por largas rampas o ascensores, se abre la posibilidad para justipreciar todo
aquello que significa una buena escalera.
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