Véase:
https://www.pagina12.com.ar/138914-quienes-son
"Sólo por la filosofía puede experimentar la inteligencia cómo sus pasiones llegan a conceptos". Peter Sloterdijk, 1998
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- Pasos dirigidos hacia una estética propia de la ar...
- Estructura fundamental del lugar
- Introducción discutida a la estética
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- Poética de los umbrales
- Laberintos del agua y de los cuerpos
- Las prácticas sociales del habitar
- La ética arquitectónica y el derecho a habitar
- Sobre el oxímoron en arquitectura y la morada popu...
- Por qué una teoría del habitar
- Precisiones sobre el pensar arquitectónico
- Teoría del Habitar Una agenda
- El derecho a habitar
- Una pintura del paisaje doméstico
- Poética de la habitación
- La segregación socioterritorial urbana
- Bibliografía actualizada
- Agenda urbana para la Teoría del Habitar
- Papeles sueltos sobre las azoteas
- Disposiciones de las cosas
- La Teoría del Habitar y la sombra del antropocentrismo
- Publicaciones del autor
La bipedestación
Albrecht Dürer
(1471- 1528) Adán y Eva (1504)
Cuando hayamos comprendido
mejor la importancia de una física de la poesía y de una física de la moral,
llegaremos a esta convicción: toda valoración es una verticalización.
Bachelard,
1953
La
bipedestación humana dispensa los más hondos significados a la dimensión
vertical.
El
cuerpo cobra una nueva actitud y este hecho evolutivo debe haber dejado honda
huella en la conciencia. El cuerpo ahora
erguido es capaz de reordenar el entorno circundante. Las manos desarrollan
su específica vocación por asir, lanzar, considerar y ceder, con lo que el
cuerpo hace suyas porciones del mundo a título de cosas, de bienes, de
productos.
De
ahí que la ley y la culpa caigan y recaigan sobre el cuerpo así como lo hace la
fuerza de gravedad. Y así es también como se ordenan, jerárquicas, las
funciones del cuerpo, con la cabeza por todo lo alto y el corazón en el medio,
dejando el vientre en lo bajo.
De
ahí que todo movimiento ascensional es un triunfo sobre el peso material y una
ganancia del espíritu. De allí a que arriba, en el Cielo, habiten los Divinos,
dejando la tierra, abajo, a los Mortales. De allí que la rectitud, la probidad
y el mérito enaltecen. La morada del hombre tiene su remate de gloria en lo
alto de la cubierta
De
ahí que los movimientos de bajada, son unas caídas, postraciones o
humillaciones. En lo bajo habitan los errores y las pasiones indignas. En lo
bajo nos hallaremos cuando nos venza el cansancio, la derrota o la muerte.
Bajo
la casa, aguarda el sepulcro.
El
cuerpo, sostenido con esfuerzo erguido sobre sus pies, da origen a una segunda
y primordial dimensión clásica del espacio.
Lo que les sucede a las mujeres en las escaleras
Edmund Blair
Leighton (1853- 1922) Ella se retira
(1891)
Por
lo pronto, es necesario situarse en el arranque inferior de una escalera y
observar qué les sucede a las mujeres en las escaleras.
Por
lo general, las mujeres suelen constituir personajes de una escena
singularmente interesante, más allá donde decidan situarse. Pero si resuelven
abordar una escalera, entonces sucede todo un espectáculo.
Puede
que estén allá, por todo lo alto y aparezcan, literalmente divinas y ocupantes
a justo título de la Región Superior, territorio de Diosas, Magas o Amadas. La
Región Superior de una escalera aloja lo suprahumano, lo noble, lo íntimo. Como
es natural, la mujer que de allí provenga porta estos atributos con la afectada
distraída despreocupación que le conviene.
Cuando
se decide a descender la escalera, la Mujer nos ofrece la expectativa de una Oportunidad.
Cuando una mujer baja una escalera —y nosotros podemos verlo— hay un anuncio,
una revelación, una epifanía.
Si
nos encontramos con una mujer en el arranque inferior de una escalera, entonces
es lugar propicio para el cortejo: la invitación a subirla en su compañía es un
mensaje, no por tácito, menos elocuente. El arranque de los pasos es entonces
la seducción del momento, la alegría del cuerpo, el acicate del espíritu.
Ahora,
si ella comienza a descender, abandonándonos en el arranque superior de la
escalera, entonces, es seguro que nos abandona, probablemente tan extasiados
como exhaustos en aquel lugar que hemos sido felices. Y desciende entonces a la
región de lo público, de lo plebeyo, de lo meramente mortal. ¿Volverá?
Lo
que les sucede a las mujeres en las escaleras es que suscitan una plétora de
emociones tal que es gran miseria no contar con
mujer-que-transite-por-las-escaleras.
Sueños compartidos de los urbanitas
El dirigible Graf
Zeppelin sobrevuela Montevideo (1934)
Las ciudades también sueñan, y
aunque atribuirles un comportamiento humano pueda parecer una licencia poética,
la metáfora tiene sentido, porque la ciudad es, además de un entorno
construido, un conjunto de ciudadanos. En consecuencia resulta pertinente
consultar ¿cuáles son los sueños de las ciudades? y la respuesta debe apuntar
hacia los sueños compartidos de sus ciudadanos.
José
Antonio Blasco, Martínez-Arrarás y Lahoz, 2016
Vivimos,
de hecho, en una ciudad que ha sido soñada en el pasado.
No se
trata entonces de una metáfora, sino de una comprobación del hecho
incontestable que el Montevideo de 2018 es el resultado de la confluencia de
proyectos del pasado, algunos urdidos allá cuando el dirigible pasaba por
nuestro cielo sin detenerse. Pero es una suerte que el Montevideo actual no
resulte, digamos, del sueño de Gabriel Terra, dictador de nuestro país en ese
entonces. En realidad, miríadas de proyectos puestos en acción luchan entre sí
y algunos de ellos logran converger de modo tal que conducen efectivamente el
proyecto ciudadano.
El sueño es lo que se opone a la vigilia, pero más
allá de esa realidad fisiológica, los sueños también “visualizan” los deseos
humanos. En este sentido, los sueños, que pueden tener mucho de utopía, se
convierten en horizontes en los que reside la ilusión, en faros que guían
nuestras acciones hacia esos fines anhelados, en un motor que agita
positivamente nuestra existencia.
Blasco,
Martínez-Arrarás y Lahoz, 2016
La
propuesta es seductora, pero puede formularse, antes de empezar, un par de inquietantes
cuestiones ¿Los sueños de los ciudadanos actuales convergerán en alguna dirección? ¿Qué ciudad resultará de la convergencia hegemónica de algunos
proyectos urbanos?
La dimensión propia de la amplitud
Jan Van Beers
(1852- 1927) En el balcón (s/f)
A un alma se le mide por la
amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano una catedral
por la altura de sus torres.
Gustave
Flaubert
La
medida de la latitud o amplitud refiere a la libertad relativa del cuerpo en el
lugar.
La
constricción en esta dimensión, de un modo literal, angustia. Quien puede
extender sus extremidades en la holgura de su lugar, está a sus anchas. Después de la profundidad perspectiva, derivada de la
marcha y después de la altura, proveniente de la bipedestación, la amplitud
mide la pura y gozosa disponibilidad del lugar. Por ello, es altamente
apreciado disponer de un punto de vista sobre el paisaje que domine un
panorama. Por ello son también valoradas tanto la amplitud de los deseos como
la amplitud de miras, signos de exuberancia moral.
Cuando
reivindicamos un lugar especialmente holgado, recurrimos, ante todo, a la
dimensión propia de la amplitud
Plumas ajenas: Pedro Azara
A diferencia del dios Hermes, dios de los
desplazamientos, que se detenía ante el umbral, Hestia penetraba en el centro
de las casas.
Las casas no se entendían como espacios
enclaustrados, sino como núcleos conectados a otras moradas. La red de
conexiones, que permitía la vida de las casas -los intercambios matrimoniales-
también estaban bajo la protección de Hestia (en tanto que diosa virgen, Hestia
no tenía familia propia, por lo que todas las familias era su familia). Los viajes
que presidía siempre tenían como fin la instauración de un nuevo espacio
interior.
Pedro
Azara, 2016
Profundidad de los interiores
Carl Moll
(1861- 1945) Interior del Palacio de
invierno del príncipe Eugene de Savoy (1908)
Hay
siempre una sorpresa alegre y básica en acceder a un interior bien
acondicionado.
Adentrarse,
sin embargo, es una tarea morosa para el cuerpo. Por eso, tiene siempre un
componente de habituación que supone esfuerzos más considerables que el mero
marchar. Por lo pronto hay siempre un estremecimiento en la trasposición del
umbral, sensación que se va extinguiéndose con dificultad en los primeros
gestos del cuerpo que se va encontrando a
sus anchas. Hay que notar que, por lo general, no nos inmiscuimos en un
interior, sino que somos acogidos de buena gana por él.
Un
interior calmo y bien iluminado suele suscitarnos una adhesión que nos invita a
profundizar. Y profundizamos las colpoprácticas exploratorias con cuidado
detenimiento: conocemos nuestro lugar
mediante medidas y alternadas estancias y desplazamientos.
Es
con serenidad que reconocemos la honda profundidad de los interiores
Eso que necesitas lo sabes sólo tú
Jean Renoir Madame Bovary, (1933) (Valentine Tessier)
Bovarismo es no estar contento
con la realidad, un anhelo de una vida construida sobre ensoñaciones
Gustave
Flaubert
Hay
que preguntarle a Emma qué es lo que desea.
No
nos conformaremos con lo que nos diga: atenderemos a lo que nos revele.
Porque,
en el fondo, todos tenemos una vida construida sobre ensoñaciones.
Cuéntanos cómo fue
Adolph von
Menzel (1815- 1905) Mesa redonda
(s/f)
Tales
son los términos en que inquirimos al historiador.
Claro
que debemos especificar un poco más la demanda. Necesitamos un historiador
social, en principio. Porque no necesitamos una gesta de héroes, sino la
crónica sensible y atenta de unos procesos que tienen a la gente común y
corriente como protagonista.
No
nos contentamos con una crónica de usos y costumbres, por pintoresca que ésta
resulte, sino una interpretación de procesos de larga duración protagonizados
por los cuerpos de las personas en los lugares. Estos procesos tienen diversos
significados; unos, para los actores históricos y otros para el historiador
crítico. Buscamos la confrontación hermenéutica de ambas significaciones.
No
nos basta, por cierto, con vagas generalidades sobre largos procesos
civilizatorios. También indagamos en el dato menudo, pero revelador. Queremos
diagnósticos y relación de síntomas: una relación semiológica de actos,
sentimientos, mentalidades, vivencias.
Porque
lo que queremos en verdad es aprender a sonsacar de nuestro presente las
perspectivas históricas de lo que vendrá.
Azoteas
Adolphe
d’Hastrel (1805- 1875) Azoteas de
Montevideo (1840)
Cruzaron
el Atlántico desde el soleado y seco Mediterráneo al inhóspito Montevideo del
siglo XVIII. Los primeros pobladores de aquella perdida esquina del continente
se asomaban a ellas para contemplar la llegada de los barcos a la bahía.
Entonces
eran lugares singularmente importantes. No sólo constituían los cuidados
remates de las arquitecturas más decorosas de entonces, eran lugares habitables
con la expectativa del advenimiento de personas, noticias, mercaderías. Eran
suelos elevados para asomarse a lo más allá, a lo que llega de más allá del
océano. Y por encima, todo el cielo del Sur.
Hoy
se abandonan a las palomas, a los desastrados tanques de agua, a las claraboyas
y a los gatos.
Estudio del cielo
John Constable
(1776- 1837) Estudio de un cielo nublado
(1825)
Je crois que si l’on regardait
toujours les cieux, on finirait par avoir des ailes.
Gustave
Flaubert
Cada
lugar sobre la tierra se deja cubrir por su cielo en una forma peculiar.
Sólo
nos percatamos de ello cuando los azares de la vida nos llevan tan lejos que,
como Los Olimareños, podríamos cantar: Este
cielo no es el cielo de mi tierra. Es un vasto telón que siempre da el tono
fundamental de cada paisaje y de cada circunstancia. El paisaje, en
consecuencia, le debe su peculiar contextura a la efectiva configuración del
cielo, que es una atmósfera, una cubierta y una luminaria.
Nuestras
primeras y fundamentales clases de geografía podrían, con provecho, empezar con
la cuidadosa apreciación del cielo, antes aún que la observación de los
recortes del horizonte que habitamos. Comprenderíamos así el lugar habitado
empezando por sus significativos confines y aprenderíamos a interrogar al cielo
cómo es que se presentan las cosas hoy.
Y si
la lección nos aprovechara, quizá acabaríamos
por tener alas.
Recomenzar todos los días
Albrecht Dürer
(1471- 1528) San Jorge en su caballo
(1508)
Hay días
que recomienzo con todo el convencimiento del que soy capaz
Hay días
—he de confesarlo— que apenas me mueve la obstinación
Hay días
felices en donde encuentro nuevos puntos en el horizonte
Hay días
que repaso los antiguos errores y los sustituyo con nuevos.
¿Hasta
cuándo podré recomenzar todos los días?
El sentido del tacto
Pierre-Auguste
Renoir (1841- 1919) Gabrielle y Jean
(1896)
El tacto no denota posesión. La
mano no agarra la pieza, sino que ésta se deja tocar. El tacto expresa
confianza. Manifiesta el poder del sujeto y de la obra. Éstos no se muestran a
la defensiva. No alzan barreras, ni se esconden, sino que se libran. El tacto
exige quietud y cierto abandono. Sujeto y obra se entregan. Sienten ambos la
presencia del otro. La comunicación se realiza por la vibración siquiera
imperceptible. Vibran al unísono. Constituyen una unidad en la que cada miembro
mantiene su integridad y su independencia. La mejor prueba que la obra está
viva es que deje que el espectador se acerque. La obra no lo rechaza. Ambos se
tienen la mano.
Pedro
Azara, 2016
Tiene
razón Pedro Azara: el tacto expresa
confianza.
Si
bien la vista y el oído son los sentidos más tenidos en cuenta, el tacto revela
aspectos peculiarmente importantes de todo aquello con que habitamos. Es
necesario meditar en las emociones de alegre serenidad que suscitan la
apreciación cabal de las texturas. El
tacto exige quietud y cierto abandono, dice Azara. Es que primero confiamos
en las cosas que se dejan tocar y luego cedemos la iniciativa de los estímulos
a las cosas. Estas, por su parte, libran sus condiciones que exigen un meticuloso
detenimiento de las manos para percibir matices.
Y es
que el asir con las manos no sólo es una interacción entre la piel y los
músculos con los objetos, sino una que es una quiropráctica, un prendimiento que considera, valora, sopesa, que
hace de un objeto una cosa. Asimos las cosas y tenemos entonces un mundo de
cosas a la mano.
La
percepción háptica, por su parte, se complementa con la propioceptiva para
configurar el mundo circundante tal como es habitado. Palpamos para comprobar
ciertos estados de cosas, para expresar sentimientos ya sea sociales,
amistosos, amorosos o sexuales.
La
parte próxima del mundo se nos revela por el contacto íntimo con la piel y es
un goce estar vivo para experimentarlo.
Interpretar y estimular sueños
Vilhelm
Hammershøi (1864 – 1916) Interior
(1901)
En las páginas que siguen
aportaré la demostración de la existencia de una técnica psicológica que
permite interpretar los sueños, y merced a la cual se revela cada uno de ellos
como un producto psíquico pleno de sentido, al que puede asignarse un lugar
perfectamente determinado en la actividad anímica de la vida despierta
Sigmund
Freud
La
labor de una necesaria hermenéutica arquitectónica tiene dos aspectos
recíprocamente implicados.
Por
una parte hay que interpretar el fondo de las demandas sociales. Ir al fondo
significa explorar en profundidad aquello que emerge parcial y equívocamente en
el estado lúcido y asomarse a los elementos verdaderamente activos en la
promoción del deseo. La mejor
arquitectura yace en el fondo del alma humana y es preciso revelarla, traerla a
la superficie y proyectar y construir en consecuencia.
Por
otra, hay que estimular los sueños e imaginaciones que configuren nuevas
demandas sociales. Los arquitectos aprendemos a soñar despiertos en actividades
que por lo general tenemos por plenamente producto de nuestros conocimientos
artísticos y técnicos. Sin embargo, con nuestros esbozos manifestamos en cierta
forma sólo algún aspecto parcial de nuestros deseos más profundos y mal
conocidos.
Puede
que en un cierto sentido, el instrumento de proyectación arquitectónica por
excelencia no sea otro que la almohada.
Ventanas
Salvador Dalí
(1904- 1989) Figura en una finestra
(1925)
Las ventanas son de género
femenino no porque esa fuera precisamente la manera habitual que tenían los
hombres de proyectar su deseo, desde fuera, sobre la evanescente aparición de
una mujer asomada a su quicio, (como dice Carmen Martín Gaite), sino
porque sin ese carácter específicamente femenino no podría resolver la infinita
complejidad de ser un mecanismo complejo y bifronte, volcado hacia dos mundos a
la vez, de una manera hermosamente unitaria.
Santiago
de Molina, 2016
A las
mujeres les sienta bien la situación en los umbrales, quizá porque su propia
existencia tenga mucho de limen, de trémula intercesión entre adentro-y-afuera,
de comunicación de mundos público-y-privado.
Vestíbulos y otros lugares umbrales
Alex
'Florstein' Fedorov (s/d) Vestíbulo de
la estación Vitebsky (2014)
Un vestíbulo es un espacio
interior, común en edificios públicos y privados. Se diferencia de la entrada
propiamente dicha, pues se trata de una zona de tránsito entre los espacios
interior y exterior. Una entrada da acceso, pero detiene a quienes no se les
concede el honor de llegar hasta el centro de la casa. Tras el filtro que la
entrada establece, el vestíbulo ya forma parte del espacio interior pero aún
constituye una zona que se recorre. Nadie se queda en el vestíbulo.
Pedro
Azara, 2016
Entrar
en un lugar es asunto delicado.
No se
trata meramente de irrumpir, menos de colarse furtivo, ni de invadir con
prepotencia, ni, menos aún, de violentar. Se trata de tomarse las cosas con
serenidad y dar tiempo al cuerpo para adoptar la compostura debida. Es ocasión
para respirar de otro modo, de percibir con discreción el aroma del ambiente,
de prestar oídos a la reverberación de los sonidos, de acomodar la visión a las
condiciones del umbral.
Porque
de umbrales se trata. Ya hemos traspuesto la frontera del interior, pero no
hemos alcanzado aún el interior. El vestíbulo no sólo se ofrece a la marcha,
sino a una colpopráctica, un adentramiento de todo el cuerpo que va
conquistando, paso a paso, un nuevo territorio. Nadie se queda en el vestíbulo,
es cierto, pero también es verdad que algunos prosiguen su marcha y otros
retroceden, impugnados.
La
provisión de un vestíbulo magnífico es un gran honor que el lugar nos hace en
la trémula instancia de acceder a su interior.
Circe
Bertram
Mackennal (1863- 1931) Circe (1904)
Nuestra
relación con los elementos míticos fundamentales se ha vuelto tan trivial que
nos hemos privado de la antigua magia que volvía significativo el cuerpo.
En
efecto, tanto el Aire, como el Fuego, como el Agua o la Tierra son
constituyentes que demandaban en la antigüedad una consideración intelectual y
emocional que sustentaba los rituales propiciatorios de la habitación del mundo.
No
por casualidad las brujas de otros tiempos se demoraban en calderos puestos al
fuego, donde bullían diversas sustancias y donde se inhalaba el contacto del
cuerpo con el mundo. Aire, Fuego, Agua y Tierra eran las sustancias que, en
determinadas circunstancias, religaban el cuerpo con el mundo. Las Circes de
entonces no se contentaban con el cocido de la comida o la preparación de
fármacos: conferían un profundo significado a su relación con los elementos.
En un
mundo que ha olvidado la relación con sus elementos, los cuerpos apenas son entidades
nimias en donde apenas es forzoso disimular el paso ruinoso del tiempo. La
antigua magia es ahora una degradada e ilusoria superchería en forma de crema
antiarrugas o de loción contra la alopecia.
Una estructura de fines
Andrea
Palladio (1508- 1580) Cúpula de la villa Capra
Toda vez que la arquitectura o
"lo arquitectónico" nombra un hacer regulado con vistas a un fin, que
exige sabiduría, un carpintero o un armero que fabricaba cascos podían ser
arquitectos, según cuenta Aristóteles en la Física. Este uso sorprendente del término
arquitectura revela que para Aristóteles lo arquitectónico se limita a la
proyectación y la construcción, sino a la ideación. Lo que el carpintero y el
político tienen en común, que les permite ser calificados de arquitectos, no es
el tipo de saberes y de obrar, ni la materia sobre la que obran, sino el obrar
con vistas a un fin, la existencia de un plan, estuviera pensado o dibujado. El
arte, la técnica o el método solo se subordinan a ningún otro proceder. Hacer
arquitectura consiste en planificar, es decir operar según reglas con vistas a
un resultado consecuencia del obrar, previsto y anunciado por éste. Por tanto,
un arquitecto es quien logra establecer el orden, en la materia o en
comunidades: ordenar el mundo y los humanos.
Pedro
Azara, 2013
El
concepto de arquitectura desborda su objeto.
El objeto de la arquitectura, en efecto,
puede reducirse, en términos muy generales, a un conjunto de masas sabiamente
ensambladas bajo la luz, tal como lo formulara en su momento el maestro Le
Corbusier. Pero esta definición se constriñe al emergente material del objeto
arquitectónico.
El concepto de arquitectura, por su parte,
es mucho más general y profundo aún.
Toda arquitectura, más allá de su eventual materialización, es siempre una
estructura de fines, en donde ciertas finalidades secundarias se someten al
imperio de una principal.
La
arquitectura no es apenas el arte reservado a los constructores sino de todos
aquellos que identifican, conforman y configuran estructuras de fines
Avances en la indagación en el habitar
Vincent van
Gogh (1853- 1890) El par de botas
(1886)
Hacia
el comienzo del último cuarto del siglo XX comienzan a aparecer publicadas
diversas investigaciones sobre el habitar y la arquitectura.
Repasemos
una sucinta enumeración:
1973
Josep Muntañola (1973). La arquitectura
como lugar. Aspectos preliminares de una epistemología de la arquitectura
1975
Christian Norberg Schulz Existencia,
espacio y arquitectura
1977
Amos Rapoport, Aspectos humanos de la
forma urbana
1977 Christopher Alexander Un lenguaje de patrones
1979
Christian Norberg Schulz Genius loci.
Paesaggio, ambiente, architettura
1979
Christopher Alexander El modo intemporal
de construir
1980
Kenneth Frampton “Lugar, forma e
identidad: hacia una teoría del regionalismo crítico”
1984
Christian Norberg Schulz L’abitare.
L’insediamento, lo spazio urbano, la casa
Estos
estudios tienen en común un espíritu crítico con respecto al funcionalismo del
Movimiento Moderno, un talante humanista y una vocación por la renovación del
contenido del ejercicio profesional de la arquitectura. Es de suponer que
fueron elaborados al calor de la apasionada década de los ’60. Todos ellos
supusieron un importante impulso para la maduración reflexiva de la Teoría del
Habitar.
Conviene
repasarlos con empeño.
Plumas ajenas: Christian Norberg-Schulz
Un término concreto para definir el ambiente es lugar. Es común decir que actos o eventos tienen
lugar; en efecto, es imposible imaginar cualquier acontecimiento sin referirlo
al lugar. El lugar es evidentemente una parte integral de la existencia. Pero
¿qué cosa entendemos con la palabra lugar? Obviamente, cualquier cosa menos que
una abstracta localización. Entendemos por esto un ensamblado [insieme], hecho
de cosas concretas con su sustancia material, forma, textura y color. La
composición de estos elementos define un “carácter ambiental”, que es la
esencia del lugar. En general, el lugar es definido en su carácter o
“atmósfera”. Por ello, un lugar es un fenómeno “total” cualitativo, que no
puede ser reducido a ninguna de sus particulares características, como por
ejemplo, sus relaciones espaciales, sin perder de vista su naturaleza concreta
Norberg-Schulz,
1979
¿Qué hace el cuerpo en los lugares habitados? V
Harold Harvey
(1874- 1941) La carta (1937)
Ahora ya sabemos que el alma es
el cuerpo y el cuerpo el alma. Nos dicen que son diferentes porque quieren
persuadirnos de que podemos quedarnos con nuestras almas si los dejamos
esclavizar nuestros cuerpos.
George
Bernard Shaw
Como
hemos visto ya, el cuerpo mide, valora, ordena, proyecta y diseña el lugar. De
esto debe inferirse, necesariamente, que el cuerpo, en definitiva, construye y reconstruye efectivamente el
lugar.
El
cuerpo es quien confiere significado y sentido al sitio y a las cosas que lo
pueblan. En este sentido, el cuerpo es la verdadera causa material de la
existencia efectiva del lugar. Sin la presencia humana, lo único que persiste
es un mero sitio físico, sin ningún
atributo significativo particular. Mediante las operaciones no mecanicistas del
cuerpo, el lugar cobra medida, valor, disposición y designio constitutivo que
se cumple en su efectiva realización.
El
lugar habitado por los mortales es una obra en construcción.
La mejor de las arquitecturas
Harald
Sohlberg (1869- 1935) Noche estival
(1899)
El amor y el deseo son las alas
del espíritu de las grandes hazañas.
Goethe
La
mejor de las arquitecturas es la que portamos en los enigmas del deseo.
Por
ello, debe haber un método de diseño arquitectónico que ahonde
hermenéuticamente en las anfractuosidades del alma. Pero preguntarle ingenua y
directamente a la conciencia puede resultar frustrante. Hay que indagar en el
fondo que no se expresa con el lenguaje estereotipado de la imaginación
alienada. Hay que saber oír las voces profundas del cuerpo.
Es
difícil, por cierto, pero tiene que
sernos posible.
Lo que habita el fondo de nuestras casas
Ernestine von
Kirchsberg (1857- 1924) Villa suburbana
con jardín (1924)
Oïkos, en grec ancien, dit à la fois ce que nous nommons « maison »
(bâtiment où l’on habite), « patrimoine » (biens meubles et immeubles possédés
par une communauté ou un individu) et « famille » (ceux qui vivent sous le même
toit)
Roger-Pol Droit,
«Qu’est-ce qui, de la maison des Grecs, habite encore
silencieusement les nôtres ?»,
Oikos es un
recuerdo largamente sedimentado en el antro profundo de nuestras conciencias,
así como en lo hondo de nuestras casas.
Los
edificios en donde vivimos han cambiado sustancialmente en todos sus aspectos:
físicos materiales y formales, simbólicos, sociales y económicos. Sin embargo,
allí dentro, muy adentro y oculto tras capas de apariencia, persiste algo de
una antigua idea de la casa como edificio que se habita. La almendra del
recuerdo esquivo de la morada, del reducto, del lugar del que parten todos los
caminos, del centro de coordenadas de tiempo y espacio. Oikos es un fantasma
tranquilo que reside aún en nuestra residencia.
Desde
que hemos ingresado en la etapa civilizatoria tardocapitalista, el contenido
efectivo de la actual idea de patrimonio ha sufrido toda clase de
transformaciones. Basta comparar nuestra relación con los bienes propios de
nuestros abuelos con la correspondiente de nuestros hijos. Sin embargo, en el
corazón de nuestras más profundas nociones económicas, ahí está el resabio de
la idea de casa como patrimonio. Oikos es un fantasma evanescente en nuestro
capital material y simbólico.
¿Qué
decir, por su parte, de la familia? Los más diversos arreglos microsociales se
amparan ahora bajo esta denominación titubeante. Pero en todo caso, en el
círculo más estrecho de los afectos y los vínculos más regulares y cotidianos,
algo de la antigua idea de casa como linaje aún perdura, apenas titilante.
Oikos también es un fantasma vacilante en el orden regular y cotidiano.
Así,
en cada lugar habitado con vocación de residencia, aún anida un fantasma
tranquilo, evanescente y vacilante que preferimos conservar bajo el título de
oikos.
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