El dirigible Graf
Zeppelin sobrevuela Montevideo (1934)
Las ciudades también sueñan, y
aunque atribuirles un comportamiento humano pueda parecer una licencia poética,
la metáfora tiene sentido, porque la ciudad es, además de un entorno
construido, un conjunto de ciudadanos. En consecuencia resulta pertinente
consultar ¿cuáles son los sueños de las ciudades? y la respuesta debe apuntar
hacia los sueños compartidos de sus ciudadanos.
José
Antonio Blasco, Martínez-Arrarás y Lahoz, 2016
Vivimos,
de hecho, en una ciudad que ha sido soñada en el pasado.
No se
trata entonces de una metáfora, sino de una comprobación del hecho
incontestable que el Montevideo de 2018 es el resultado de la confluencia de
proyectos del pasado, algunos urdidos allá cuando el dirigible pasaba por
nuestro cielo sin detenerse. Pero es una suerte que el Montevideo actual no
resulte, digamos, del sueño de Gabriel Terra, dictador de nuestro país en ese
entonces. En realidad, miríadas de proyectos puestos en acción luchan entre sí
y algunos de ellos logran converger de modo tal que conducen efectivamente el
proyecto ciudadano.
El sueño es lo que se opone a la vigilia, pero más
allá de esa realidad fisiológica, los sueños también “visualizan” los deseos
humanos. En este sentido, los sueños, que pueden tener mucho de utopía, se
convierten en horizontes en los que reside la ilusión, en faros que guían
nuestras acciones hacia esos fines anhelados, en un motor que agita
positivamente nuestra existencia.
Blasco,
Martínez-Arrarás y Lahoz, 2016
La
propuesta es seductora, pero puede formularse, antes de empezar, un par de inquietantes
cuestiones ¿Los sueños de los ciudadanos actuales convergerán en alguna dirección? ¿Qué ciudad resultará de la convergencia hegemónica de algunos
proyectos urbanos?
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