Bertram
Mackennal (1863- 1931) Circe (1904)
Nuestra
relación con los elementos míticos fundamentales se ha vuelto tan trivial que
nos hemos privado de la antigua magia que volvía significativo el cuerpo.
En
efecto, tanto el Aire, como el Fuego, como el Agua o la Tierra son
constituyentes que demandaban en la antigüedad una consideración intelectual y
emocional que sustentaba los rituales propiciatorios de la habitación del mundo.
No
por casualidad las brujas de otros tiempos se demoraban en calderos puestos al
fuego, donde bullían diversas sustancias y donde se inhalaba el contacto del
cuerpo con el mundo. Aire, Fuego, Agua y Tierra eran las sustancias que, en
determinadas circunstancias, religaban el cuerpo con el mundo. Las Circes de
entonces no se contentaban con el cocido de la comida o la preparación de
fármacos: conferían un profundo significado a su relación con los elementos.
En un
mundo que ha olvidado la relación con sus elementos, los cuerpos apenas son entidades
nimias en donde apenas es forzoso disimular el paso ruinoso del tiempo. La
antigua magia es ahora una degradada e ilusoria superchería en forma de crema
antiarrugas o de loción contra la alopecia.
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