A diferencia del dios Hermes, dios de los
desplazamientos, que se detenía ante el umbral, Hestia penetraba en el centro
de las casas.
Las casas no se entendían como espacios
enclaustrados, sino como núcleos conectados a otras moradas. La red de
conexiones, que permitía la vida de las casas -los intercambios matrimoniales-
también estaban bajo la protección de Hestia (en tanto que diosa virgen, Hestia
no tenía familia propia, por lo que todas las familias era su familia). Los viajes
que presidía siempre tenían como fin la instauración de un nuevo espacio
interior.
Pedro
Azara, 2016
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