En
principio, los escolares aprenden mucho de lo que les enseñan sus maestras. Pero
también aprenden algunas cosas del propio ámbito que habitan un día sí y otro
también.
Las
lecciones elementales de geografía se originan en la observación atenta de la
propia aula, de los lugares ocupados por cada uno. A través de tránsitos
guiados, se van confeccionando sucesivos mapas: de la escuela, del entorno
circundante, de los elementos patrones del vecindario: sendas, bordes, cruces,
centros, hitos…
A
pesar de la arquitectura panóptica, donde todos y cada uno de los rincones está
bajo el escrutinio vigilante de la Institución, los niños consiguen escondrijos
secretos, reservadas geografías que logran ocultar a sus vigilantes. Aprenden
de la pluralidad de los mapas y de los territorios.
Resulta
fascinante indagar en cuánto del mundo aprendemos en los lugares de la escuela
y no es, precisamente, sólo lo que nos enseñan las maestras.