1.
El
orden de las habitaciones se distribuye de manera que las tareas domésticas
sean posible con un mínimo de esfuerzo. Circulaciones innecesarias se evitan y
las partes más importantes de las viviendas están tan equipadas como sea
posible.
Fue
así que desaparecieron los vestíbulos, las antecámaras, los espacios umbrales.
Los
estrechos pasillos se vuelven singulares dispositivos articuladores, a la vez
que se minimizan sus dimensiones. El imperativo de que las partes más importantes de las viviendas estén tan equipadas como
sea posible lleva al estrechamiento de los ámbitos en torno a las cosas de
vivir. Todo esto en pos del estrechamiento abaratador: las tareas domésticas no
resultan más aliviadas con la falta de espacio, por cierto.
Los
arquitectos adoptamos con torvo convencimiento la consigna de racionalizar y
minimizar. Por otra parte, la legislación y la reglamentación en referencia a
las viviendas populares o de interés social
transforman los mínimos en normas.
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