Emanuel de
Witte (1617–1692) Interior de la sinagoga
portuguesa de Amsterdam (1680)
Desde el siglo XVIII, la idea
de público receptor, formulada por una burguesía ilustrada europea en busca de
un sujeto autónomo, ciudadano culto y de buen gusto, magnificó la categoría de
contemplación. Tal categoría de origen teológico, propuso una relación de
silencio respetuoso ante la obra, es decir, la apreciación casi mística del
objeto más allá de todo interés teórico y práctico que, en términos de Kant, se
sintetiza en una contemplación desinteresada y se resuelve con una actitud
ensimismada, íntima, similar a la experiencia religiosa; experiencia personal
ejercida por un sujeto impuesto como centro y ombligo del mundo por la
modernidad. La contemplación desinteresada dialoga, entonces, con la idea
sagrada de estar a solas con Dios, similar a la devoción y al éxtasis que
produce la presencia artística.
Carlos
Fajardo, 2009
Cada
tanto se oyen voces que lamentan la ausencia del impartido sistemático de la
materia estética en las facultades y escuelas de arquitectura.
Soy
de los que creen que este hecho se debe, por una parte, a la mezquindad
profesionalista, tecnocrática y soberbia de los gestores educativos actuales,
por una parte, y, por otra, por insuficiencias propias de la disciplina
estética en su tarea de autolegitimación.
Para
muchos cultores de la estética, deudores de Kant y otros ilustrados, la
estética sólo se comprende en la relación objetivo-subjetiva de la
contemplación. Esto supone un problema para la arquitectura y su estética
inmanente, que es una estética de la inmersión. La contemplación de la
arquitectura conduce a desdibujar engañosamente las fronteras disciplinares
entre la escultura y la arquitectura
En el
fondo, la arquitectura contemplada se
reduce a un juego sabio, correcto y
magnífico de los volúmenes bajo la luz, tal como afirmara en su momento el
Maestro Le Corbusier.
El
problema que la arquitectura habitada…
es otra cosa. Por su parte, el sujeto habitante opera muy diferente a un mero
contemplador: participa, invade, profana la obra. La obra arquitectónica deja
de ser un estético objeto tectónico para constituir una entidad relacional
sujeto-objeto. En virtud de ello, el fenómeno y la experiencia estética son muy
diversos de la modélica contemplación. Se trata de una estética de la inmersión
que aún no tiene desarrollada su teoría en condiciones de ser expuesta
académicamente.
Así
que, por lo pronto, parece que la Estética deberá aguardar, con paciencia la
futura apertura de un espacio académico adecuado.
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