El urbanismo moderno partía de un tabula rasa en
la consideración de lo existente y de la idea de que lo físico (el proyecto)
sería la causa de nuevas relaciones sociales armoniosas (Brasilia Chandigahrd,
New Towns). El proyecto era “causa”.
Hoy, invirtiendo el proceso, empezamos desde la
lectura de la estructura de cada lugar considerado en sus aspectos tanto
físicos (contexto) como sociales (usos establecidos) y de la escucha de las
demandas, y de ahí derivamos las premisas proyectuales. Ahora el proyecto es
consecuencia. A través de él, las intervenciones propuestas en lo existente
considerado como construcción colectiva, buscan reforzar las centralidades
latentes o manifiestas, creando nuevos “atractores”. Estos focos de urbanidad
pensados como espacios de convivencia contribuyen a la integración de la vida
de cada comunidad en sí misma, con el entorno y con la ciudad en su conjunto.
Jorge
Jáuregui
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