Eleuterio
Pagliani (1826-1903) Mujer reclinada con
abanico (1876)
El
juicio del confort tiene al cuerpo como instrumento de medida.
Se
trata de evaluar una pérdida controlada del calor corporal a través de la piel,
constante y moderada. Este flujo regular de calor está garantizado tanto por la
temperatura cuanto por la velocidad del aire. Por otra parte, también es
necesaria una tasa regular de transpiración, con lo que la humedad relativa del
aire tiene su importancia.
Por
su parte, los músculos miden la fatiga relativa y diferencial de cada región
del cuerpo, según la postura que se le imponga. El modo en que se pone en
contacto el cuerpo con toda superficie de apoyo es un importante valor de
confort.
A
través de los sentidos se verifican las calidades de los niveles lumínico y
acústico, así como se aprecia la situación osmotópica del ambiente.
Todas
las sensaciones se sintetizan superiormente en la conciencia, en donde se
asocian complejamente con emociones y sentimientos. De todo ello procede un
juicio expreso o tácito de confort. Este juicio de confort es crucial en la
axiología implicada por el habitar.
Es
significativo cómo en la crítica arquitectónica al uso los juicios de confort
escaseen, desplazados sea por juicios sintéticos de gusto o ya por juicios analíticos
dominantemente visuales.
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