Julio Vilamajó
Ventorrillo de la Buena Vista
Hay
ocasiones en que el lugar es honrado particularmente por la obra que en éste se
desarrolla.
A
pesar de su intrínseca contingencia, en estos casos la arquitectura parece
necesaria, obligada, casi natural. Quiere el azar de la fortuna que el lugar
consiga el talento de un arquitecto que descubra, desvele o deje engendrar la
obra que a su lugar pertenece con contundente convicción.
Es
una lástima que tales hechos sean una rareza. Es una pena porque no todos los
lugares acogen la obra que merecen. Es a veces un dolor que el Código Penal no
tenga en cuenta en sus figuras delictivas el atentado al paisaje.
Por eso, cuando el lugar consigue la obra que merece, nos admiramos tanto.
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