Henri de
Braekeleer (1840- 1888) La comida
(1885)
Hay
ocasiones en donde las estancias ocurren en calma. Hay un estado emocional singularmente
sereno que anima estas situaciones. Por cierto, es un estado que ocurre
escasamente y por lapsos muy breves. Es quizá por la alternancia con otros
momentos más ajetreados que podemos ponerlos en valor.
Se
trata del valor del bienestar en el reposo, en el relajado recuperar las
fuerzas, en el tiempo de deliberar, de recordar, o de dejar viajar libre la
imaginación. Se trata de respirar detenido de la atmósfera, de apreciar los
juegos furtivos de la luz sobre las cosas, de distraerse con murmullos lejanos,
de asir las cosas con especial consideración y de hacer inmersión en los aromas
del lugar.
El
tiempo propio de nuestras estancias es el de una vida en queda suspensión que a
veces nos damos el lujo de conseguir.
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