Aleksandr
Deineka (1899– 1969) Oda a la primavera (1927)
De la
intensa y compleja interacción del cuerpo con las diferentes manifestaciones de
la energía en el ambiente provienen por lo menos tres importantes dimensiones
según las cuales el lugar cobra estructura y forma.
Mientras
que el oído y la voz dan lugar a las campanas
sonoras que mencionara Sloterdijjk, el lugar se puebla de los murmullos de
fondo de la vida, se distinguen por sutiles gradientes propios y extraños y se
da forma a los silencios habitados en apartamiento.
Por
su lado, la piel se aplica a buscar y distinguir los gradientes térmicos que
nos hacen preferidos unos u otros territorios: buscamos ya el calor
confortante, ya la sombra fresca, ya el cobijo reparado del viento.
Pero
es con la luz y su registro diferencial que aplicamos nuestra mayor sutileza en
el arte de disponer arquitectónicamente la estructura del lugar según éste se
deja ver y entender
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