Aisthesis arquitectónica con el concurso de Juhani Pallasmaa (XIX)


Eva Rubinstein (1933)

Cualquiera que se haya medio despertado en la noche por el sonido de un tren o una ambulancia en una ciudad, y en su sueño haya experimentado el espacio de la ciudad con sus incontables habitantes diseminados por los edificios, conoce el poder que el sonido ejerce en la imaginación; el sonido nocturno es un recordatorio de la soledad y la mortalidad humana, y le hace a uno ser consciente de toda la ciudad que duerme. Cualquiera que se haya sentido embelesado por el sonido del agua goteando en la oscuridad de una ruina puede dar fe de la extraordinaria capacidad que tiene el oído para esculpir un volumen en el vacío de la oscuridad. El espacio que traza el oído en la oscuridad se convierte en una cavidad esculpida directamente en el interior de la mente.
Pallasmaa, 2005

La última oración es un prodigio poético tanto como un hallazgo cognoscitivo.
Cuando, en ausencia de otro estímulo, el mundo se deja oír, el lugar adquiere una dimensión reverberada que es única y entrañable. Es preciso intensificar en la conciencia el papel que tienen todas las sensaciones en su función de conferir forma al mundo que habitamos. Porque transitamos por la vida demasiado distraídos por solicitaciones enérgicas que nos ocluyen las dimensiones hondas de la existencia.
Naturalmente, esto no es un problema puramente arquitectónico, pero ¿es que existen problemas puramente arquitectónicos?

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