Delfos, 2015
Hay
lugares que tienen algo especial y Delfos justifica que los antiguos griegos lo
consideraran el ombligo del mundo.
Ese
algo especial se advierte no tanto en la contemplación de la belleza innegable
del lugar sino con un sentido oculto. No es un asunto puramente estético. Es
algo que se palpa en la atmósfera límpida cuando el cuerpo en su totalidad
tiene lugar allí. Por ello, la constatación tiene un aspecto práctico: hay que
ir allí y constatarlo en primera persona.
Puede
ser que en Delfos podamos haber aprendido algo sobre la contextura de los
lugares en el mundo que nos permita, algún día y en otro lugar, reconocer el
nuevo ombligo del mundo. Porque lo que es seguro que existe y ya no es Delfos,
aunque este lugar conserve la impronta de aquella virtud que sintieron los
antiguos griegos. Y, quién sabe, descubramos alguna vez cuál es el sentido
oculto que nos revela tal condición.
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