Anafiotika,
Atenas, 2015
Los
constructores vernáculos van con su cultura tectónica cargada sobre la espalda,
tan cerca de la cabeza como del corazón.
Hacen lo que hay que hacer. Hacen lo que han aprendido a hacer. Hacen lo que se espera que hagan. Por eso
cuando se construyen lo propio resulta apropiado. Por eso es que recrean,
perfeccionan y adaptan. Por eso lo que resulta de su labor tiene ese aire de
inevitabilidad que constituye su virtud cognoscitiva, ética y estética.
Por eso
los constructores isleños construyeron sabiamente el enclave de Anafiotika en
Atenas, al pie de la mismísima Acrópolis. Lo que es disponer de una sombra.
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