Eva Rubinstein
(1933)
Un placer especial del viaje es
familiarizarse con una geografía y un microcosmos de olores y sabores. Cada
ciudad tiene su gama de sabores y de olores. Los mostradores de los vendedores callejeros
son exhibiciones apetitosas de olores: criaturas del océano que huelen a alga,
verduras cargadas de olor a tierra fértil y frutas que emanan la dulce
fragancia del sol y del aire húmedo de verano. Los menús expuestos en el
exterior de los restaurantes hacen que fantaseemos con todos los platos de una
cena; las letras que leen los ojos se convierten en sensaciones orales.
Pallasmaa,
2005
El
sentido del olfato es, junto al tacto y al gusto, objeto de un peculiar soslayo
en favor de la vista y el oído. Aquí se ha defendido la importancia de la
dimensión osmotópica del lugar habitado, sobre todo en su carácter crucial para
la identificación y referencia de la memoria. Y no se trata de una defensa del
perfumado artificioso de los ambientes, sino del cultivo de una virtud olfativa
distintiva de cada lugar en cada circunstancia.
Hay
fragancias que son parte del patrimonio identificador íntimo de ciertos
lugares. Debemos desarrollar una peculiar acuidad a este respecto.
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