Karl Josef
Müller (1865- 1942) Joven leyendo a la
luz de una lámpara (s/f)
La
gran pintura heroica y tradicional se ocupaba sólo de lo excepcional e
importante, mientras que el hiperrealismo del siglo XX mostraba algunos
aspectos ominosos de lo corriente.
A lo
largo del tiempo en que vuelco mis ideas en este blog he cultivado un
entusiasta interés por ciertos pintores del arte figurativo tardío, a
horcajadas entre fines del siglo XIX y principios del XX. Solían pintar con
atención y esmero la vida común y corriente: incurrieron así en las buscadas
poéticas de lo cotidiano, el conjunto habitual de las circunstancias de la
vida, sin omisiones y con hallazgos quizá nimios, pero reveladores.
Con
pinturas como la que ilustra este artículo, me he solazado con la comprobación
del modo en que la luz es una
dimensión importante de la arquitectura del lugar: a la vez que permite la
lectura en la mesa, sume al resto del ámbito en una cálida penumbra que ayuda a
la concentración. Los gradientes luz/penumbra/sombra dan forma habitable al
lugar, tanto como el suelo, los muros y las cubiertas.
Pinturas
así me ayudan a percibir a mi alrededor y, a veces, confirman alguna sospecha.
Una de estas es que, en el lugar menos pensado de nuestra vida cotidiana acecha
una poesía genuina a la que sería bueno prestar oídos.
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